Aunque resulte increíble para algunos, en pleno siglo XXI se siguen desarrollando ritos de mutilación genital femenina. Son hechos culturales que sólo lo comprenden quienes lo practican, pese a ser testigos y protagonistas de los más desgarradores gritos y las más dolientes lágrimas.
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La Organización Mundial de la Salud (OMS) reconoce formalmente de la ‘ablación del clítoris’ como la Mutilación Genital Femenina (MGF), un hecho cultural que siguen aplicando en varios países y regiones de África, Asia y Oriente Medio, pero que estiman erradicar antes del año 2030, al menos es uno de los propósitos prioritarios ubicado entre los Objetivos de Desarrollo Sostenible tras la asamblea de la Organización de Naciones Unidas (ONU) realizada en el años 2016.
Actualmente elevan la bandera del reconocimiento de esta práctica como una violación de los derechos humanos de las mujeres y de las niñas, pues consiste en la eliminación total o parcial del clítoris y del resto del tejido vaginal con la intención de eliminar el placer sexual.
El Día Internacional de Tolerancia Cero con la Mutilación Genital Femenina se conmemora cada 6 de febrero, fecha en la que Stella Obasanjo, primera dama de Nigeria, pronunció el discurso «Tolerancia Cero contra la MGF», durante un encuentro organizado por el Comité Inter-Africano en Prácticas Tradicionales que afectan a la Salud de Mujeres e Infancia (IAC).
En referencia a esta importante fecha, traemos a colación la historia de Mende Nazer, originaria de Sudán, víctima de la mutilación, quien además fue vendida como esclava a los 12 años. Sus propietarios la traspasaron a Londres, donde la audaz joven logró escapar y así hoy día ser portavoz de esta terrible práctica.
Nazer denunció a través del libro ‘Esclava’ su terrible y dolorosa experiencia. Te dejamos un extracto de su conmovedor testimonio recogido en este libro que co escribió junto con el periodista Damien Lewis en el año 2002.
«La mujer me sentó en un pequeño escabel de madera y me separó las piernas todo lo que pudo. Hizo un agujero en la tierra delante de mí. Entonces, sin decir una palabra, se puso en cuclillas entre mis piernas. Sentí que me cogía los labios de la vagina. Dejé escapar un grito que helaba la sangre. Con un rápido corte descendente de la cuchilla, me había cortado un trozo de carne. Lloraba y pataleaba intentando liberarme».