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Hablemos del acoso a Tamara, la chica que fue llamada ‘guapa’ por un taxista

Esto es el sistema trabajando para que te quedes calladita, para que te arrepientas de haber denunciado; esos machitrolles que amenazan a Tamara son personas reales, que pueden ejecutar actos reales de violencia.

Colaboración Antes de Eva

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De: Karen Cymerman

Tamara de Anda fue acosada en plena vía pública el pasado miércoles 15 de marzo, como ella misma narró en una crónica publicada en Máspormás. Igualito que la mayoría de las mujeres que transitamos las calles a pie todos los días, un taxistas le gritó «guapaaa» desde su vehículo y ella decidió proceder porque este acto implica una falta cívica (para los amantes de la legalidad).

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No existe una lista de palabras seleccionadas por un consejo de feministas que determine cuáles palabras no se le deben de gritar a las mujeres en las calles y cuáles sí, porque no es la palabra, sino el acto (y porque básicamente sólo queremos usar el espacio público sin que los extraños hagan comentarios sobre nuestra apariencia). El acto de gritarle lo que quieras a una mujer: «guapa», «reina», «qué rico culito, mami», pensando que no hay consecuencias y que lo que haces no está mal porque pues, «sólo son palabras» ¿Cachan como nadie analiza el ejercicio de poder y sólo se quedan dándole vueltas a la palabra que usó el taxista?

Así que sí, gritarle «guapa» a una mujer desconocida en la calle sí es acoso, y Gabriela Castillo lo explica perfecto en este artículo.

«Ay, pero no fuera un cabrón que les guste porque entonces ya no es acoso», aunque lo escriban como los trolls listillos que se creen, pues sí: lo que hace la diferencia es el consenso. Si yo en una fiesta, en un antro o en mi área de trabajo me abro al diálogo con otra persona estoy consintiendo la comunicación, y de hecho, puedo pararla en el momento que me incomode.

Sus ejemplos son lastimosamente simples, poco profundos y bien babosos pues, porque jamás he ido a una fiesta en la que un tipo me grite «ay, amiga, sí estás bien hermosa de tu cara» o «yo quierooo», pero eso sí, unas decenas de veces al mes tengo que soportar desconocidos en la calle haciéndolo. ¿En verdad creen que la intención del taxista era conquistar a Tamara?, ¿o que era tan inocente como decirle algo que ella obviamente ya sabe?, ¿a poco también el acosador se va parando en cada esquina para apreciar la belleza de otros hombres o el buen gusto para vestir de los peatones? Y ustedes no son suficientemente ingenuos para creerlo, pero sí suficientemente machistas para no aceptar que las mujeres podemos hacer uso de nuestra voluntad de decir que no: no a tu acoso, no a tu piropo, no quiero escucharte.

Ya aclarado el punto (porque me da una flojera infinita tomarme el tiempo de escribir por qué los memes ad hominem sobre ella son estúpidos), hablemos de la otra cosa muy preocupante. Lo que sucede cuando una mujer «con privilegios», el que supuestamente tiene por ser una figura pública, hace valer sus derechos y lo comparte en redes: la estructura social machista es alertada y comienza a responder con ataques a la víctima de violencia machista.

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Dice el Estado en su campaña que todo es tan fácil como denunciar, que así vamos a poder andar en la calle seguras, pero les voy a romper sus ilusiones: tu denuncia no es tu mejor arma contra el acoso, porque no sólo tienes que proceder contra quien te violenta en la calle, sino también contra la sociedad patriarcal representada en los cientos de machitrolles que van a llenar tus redes sociales con burlas, amenazas de muerte y violación. He aquí el detalle que se nos olvida, esos machitrolles son personas reales, que pueden ejecutar actos reales de violencia (aunque nos quede claro que el acoso cibernético ya lo es).

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Es decir, tu denuncia, en silencio, tal vez proceda y tu victimario tenga que pagar una multa o pasar unas horas en el torito y con ello se la piense dos veces la próxima vez que quiera verbalizar que una mujer desconocida que comparte la calle con él está guapa. Pero si se te ocurre alzar la voz y decir «me acosaron y me defendí», cuidado.

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Esto es el sistema trabajando para que te quedes calladita, «¡Ah! Te atreviste a tomar acciones contra el acoso, pero nosotros nos vamos a encargar de que te arrepientas». El taxista que le gritó a Tamara «un piropo» y que después trato de negar que lo hizo, entiende mejor que muchos cómo opera el machismo en el país, quizás no a conciencia, pero sí entiende que él iba a obtener apoyo de la sociedad. No se equivocó.

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Afortunadamente el sistema tiene un glitch y somos nosotras, las feministas que nos oponemos a la normalización de la violencia, no permitamos que las agresiones escalen como sabemos que pasa en el patriarcado: de un grito desde un vehículo, hasta el daño físico de la mujer que ya fue violentada una vez. Abramos bien los ojos y actuemos ante el acoso cibernético contra Tamara y contra todas las mujeres que alzan la voz. Pongámosle nombre y rostro a los acosadores, estemos ahí para Tamara, para ellas, para nosotras. Respondamos, porque ellas no son las únicas que están hartas. Que se sientan las cuerdas de la red que hemos tejido para cuidarnos entre nosotras.

 

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