Aunque en muchísimos países la Navidad es sinónimo de altas temperaturas, esa sensación de avalancha que te cubre por completo es generalizada, no hace falta nieve para sentirla. Esto porque, obviamente, esta fecha cada día pierde más sentido.
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Hay que comprar, comprar y comprar hasta considerar que podemos dar una buena impresión a nuestros obsequiados; preparar una cena perfecta a lo Pinterest para que todos puedan publicar imágenes en las redes sociales, luciendo su propia Noche Buena y muchas otras cosas más que nos estresan a morir.
Te sientas o no identificada con el párrafo anterior, la Navidad 2016 ya quedó atrás y ahora hay que pensar en el Año Nuevo. Pero no queremos incitarte a que te vuelvas loca nuevamente, tratando de tener esa celebración perfecta, porque es agotador.
Al fin y al cabo, ¿quién es perfecto? Dentro de todo este análisis, hay que pensar en si estamos haciendo las cosas que nos gustan por placer, o para demostrar que somos alguien distinto a la realidad.
Es irónico, porque cuando hacemos lo que nos gusta deberíamos estar relajadas, pasarlo bien, olvidarnos de los problemas, pero en esa cabecita controladora que tienes no hay espacio para eso, o al menos es lo que piensas.
Un nuevo año puede convertirse en un foco de ansiedad enorme: ¿doce meses más a los que tienes que sobrevivir con esa mente estresada? ¡Qué horror! Sin embargo, si partes el 2017 con otra perspectiva, vas a estar ansiosa por cómo podrás aprovechar esos 365 días que vienen y no por cómo sobrevivirás a ellos.
Yo sé que a veces no lo puedes evitar y que necesitas pensar que podrás evitar los cambios, y de hecho, es posible. Puedes evitar cambios, quedarte donde estás, no asimilar lo que ocurre a tu alrededor, quedarte en tu zona de confort. Puedes seguir viviendo esclava de tus pensamientos o inseguridades. ¿Te parece una propuesta tentadora?
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Más bien, es una tortura. Cuando le des la bienvenida al año que viene, considéralo como un nacimiento. El pasado está atrás y no puedes hacer nada para cambiarlo, aprovecha eso para comenzar a ser la persona que siempre quisiste ser.
Quizás es el momento para atreverte a hacer eso que tanto anhelas, para practicar alguna disciplina artística que tú misma siempre te has convencido que no eres capaz.
De simplemente ser, con todo lo que implica, pero sin preocuparte porque los demás no lo comprendan. Si te quieren, ya lo entenderán. Olvídate de esa avalancha mental que probablemente ya pasó por tu mente, porque ocurra lo que ocurra, la única certeza que puedes tener es la confianza en ti misma.