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Él no

¡Los invitamos a leer la primera columna de Georgina Puga, nueva colaboradora de Belelú! ¡Bienvenida!

Siempre he tenido la idea de que debo correr antes de tiempo.
Que debo dejarte antes de que me dejes tú a mí.
Esta vez fue diferente.
Me gustaste antes y me gustaste después.
Ya dos personas me habían dicho que no.
No tú. Él no.
Y ciertamente siempre he sabido que soy una ridícula existencialista que tiene miedo de que le rompan el corazón, otra vez.
Ya me han roto el corazón antes.
Pero esta vez fue diferente, porque él era diferente.

Recuerdo que hace unas semanas tuvimos una conversación donde yo quería anunciarte mi partida.
Estaba tan enojada y confundida esa noche por todo lo que había bebido anteriormente.
Yo lo adjudicaba a que eran mis pensamientos que se habían puesto raros.
Y la cosa es que me pediste que no te deje de hablar, que no renuncie, que no me vaya, que no me calle, que querías escuchar mis parloteos.
Esa noche te dije el mayor de mis secretos más algunos otros que eran muy obvios, como lo muy ansiosa que me puedo poner, lo muy intensa que puedo ser, lo muy loca que estoy o lo muy dependiente que me puedo volver.
Lo sabías, lo sabías todo y me dijiste que no importaba, que no estabas asustado de mis muy raras actitudes.
Al principio no te creí ni una sola palabra, pero me lo pediste con tanto ahínco que decidí darte el beneficio de la duda.
Lo que más recuerdo de esa noche son las contadas veces que te dije que ibas a romperme el corazón de cualquier manera.
Seguías diciendo que no, que eso no iba a pasar.
Tú no creías que alguien como yo pudiese llegar a convertirse en eso, aunque yo te decía lo mucho que te estabas equivocando.
Y viéndolo desde el punto en que tú me decías que no importaba lo loca que me pudiese poner, tuve la confianza de actuar libremente como la persona que te aseguraba que en verdad soy.
Y pasó, aún con muchas alertas, de contadas advertencias y con mi historial de decepciones, pasó.
Me rompiste el corazón.
Me lo rompiste bien feo.
Me diste exactamente la sensación de la que he estado huyendo por años.
Me diste la sensación de decepción porque, los otros hombres eran malos y yo lo sabía. Tú, en cambio, fingiste ser bueno.
Fingiste entender lo que me pasaba.
Fingiste estar bien con mis males, mis fobias, mis trastornos, mis locuras, mis momentos de intensidad.
Fingiste estar bien y de acuerdo con todo lo que yo representaba.
Me llevaste a la punta del acantilado para tirarnos juntos y al final, me empujaste para correr lejos.
Te aseguraste de tenerme alrededor de tu dedo.
Te aseguraste de haberme quitado el corazón, y devolvérmelo rotito.
Pobre corazón, es muy ingenuo.
Yo a pesar de haberte dado el beneficio de la duda, mi corazón te dio toda su confianza.
Pobre bruto corazón, pobre tontito corazón.
Lo has roto.
Lo has destrozado.
Te ha dado toda su fe y le has decepcionado.
Quedó ciego en el momento que me advirtieron que tú no.
Tú no, nunca.
Tú no y aún así yo dije que sí.
Qué ingenua.
Qué tontita, me han roto el corazón.
Otra vez.
Me aventaste al lugar del que he estado huyendo desde hace años.

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