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¡Ayuda! Estoy siendo acosada en el trabajo ¿qué hago?

El 60 % de las mujeres que sufren acoso sexual en el trabajo deciden renunciar antes de denunciar; no importa que lo sientas, el acoso nunca es tu culpa, y no tienes por qué enfrentar esta situación sola.

Por Arantxa Castillo de Antes de Eva

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Solía pensar que el acoso callejero era de las peores cosas que una mujer podría experimentar en su vida; sufrir tocamientos indeseados en la calle o en el metro por desconocidos, sentir coraje y repulsión sin mucho qué hacer. Pero cuando experimenté en carne propia el hostigamiento sexual en el trabajo, me enfrenté a otra realidad aún más traumática que la primera, una presente en la vida de muchas mujeres.

Éste se produce en el entorno laboral, y por definición, es el hostigamiento sexual ejercido de manera verbal, psicológico y físico, que atenta contra la dignidad de la víctima o crea un ambiente hostil, humillante u ofensivo.

Parece «más inofensivo» que la nalgada en el metro, pero se puede vivir con el doble de estrés, con un carga emocional mucho más intensa. Hasta puede haber sentimientos de culpa por creer que se dieron señales equivocadas o por no saber poner un alto. También está el temor de demostrar la inconformidad con la situación ante el acosador, especialmente cuando éste tienen un cargo superior al de la víctima. Estos factores implican que muchas mujeres no sepan hacerle frente a esta situación.

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Este tipo de conducta indeseada no tiene un patrón fácil de reconocer, pues muchas veces inicia de una manera inocente y se torna violenta. Que te digan: «¡qué guapa te ves!», puede no parecer agresivo, sin embargo, «el coqueteo» puede convertirse en acoso cuando, además de no ser solicitado y consentido, atraviesa la barrera de lo físico: tocamientos indeseados en las manos, la cintura, el rostro. Y no necesariamente deben ser físicos, basta con hacer comentarios, bromas o chistes alusivos al físico para incomodar; proposiciones o imposiciones que pueden implicar un riesgo real para la persona que padece el acoso.

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El acoso sexual es una forma de violencia de género, y si bien es cierto que los hombres también pueden ser víctimas, las mujeres son más vulnerables: en México, superan los 25 mil casos al año, sin embargo sólo el 40 % de ellos se denuncian.

De acuerdo a la Secretaría de la Función Pública, en nuestro país dos de cada 10 mujeres que padecen acoso sexual en el trabajo son despedidas de su cargo, y según un estudio realizado con el Instituto Nacional de las Mujeres, seis de cada 10 deciden renunciar antes de acudir a una autoridad y denunciar el acoso. Lo que nos habla del machismo en la cultura laboral y lo fácil que puede ser para algunos sujetos acosar a sus trabajadoras, pues existe poca probabilidad de ser reprendidos por el acto.

En 2013, la Ley Federal del Trabajo a partir de la Reforma laboral, dio un primer paso para proteger a los empleados al incluir el acoso y el hostigamiento sexual en su código. Éstos son distintos entre sí, de acuerdo con el artículo 3° bis de la misma se define el acoso sexual como una forma de violencia en la que hay un ejercicio abusivo de poder que conlleva un estado de indefensa y riesgo para la víctima independientemente de que exista o no una relación de subordinación; mientras que el hostigamiento sexual se refiere al ejercicio de poder en una relación de subordinación real de la víctima frente al agresor en el ámbito laboral, que se expresa en conductas verbales, físicas o ambas.

¿Qué hacer al respecto?

Desde mi experiencia personal, tenemos que dejar de colocarnos en el papel de víctima para poder tomar acción y empoderarnos ante la situación. No seamos parte de la estadística que renuncia por el miedo a enfrentar esta situación, es importante tomar acciones.

Deja la culpa. Es necesario entender que pasar por una situación así no te hace culpable. Si pasas por esto, comprende que no mandaste señales erróneas, ni diste pie para que te coquetearan o te incomodaran.

Sé valiente y di NO cuando no te sientas cómoda. A veces las cosas pueden ir subiendo de tono: propuestas, imposiciones, abrazos, tocamiento incómodos, y el peor de los casos, amenazas. La clave es no acceder y enfrentar al acosador con un rotundo NO. Si no se detiene, toma medidas drásticas. Defiéndete.

¡NO TE CALLES! y denuncia. Éste el paso que da más miedo. Si negarte no funcionó o se torna cada vez más peligroso, graba el audio con tu celular, guarda capturas de pantalla de los correos, o de los mensajes, busca testigos y pide asesoría legal. Acércate a los institutos de la mujer de tu localidad donde te pueden guiar y dar apoyo social y jurídico. No vivas sola esta situación.

Pide ayuda psicológica. Si las cosas han tomado un rumbo aún más extremo, y empiezas a sentir demasiadas emociones negativas como estrés, miedo, culpa o vergüenza que te impide tomar acción —o en casos más graves en donde se ha consumado un abuso sexual— es necesario pedir ayuda ya sea con psicólogos privados o instituciones especializadas. Es importante medir las consecuencias psicológicas del acoso u hostigamiento, pues todas lo vivimos de diferente manera.

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