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Mujeres que patearon traseros en la Primera Guerra Mundial (Parte III)

No te pierdas la tercera y última entrega de este viaje por la historia, en donde las mujeres demostraron su fuerza durante la Primera Guerra Mundial

Por Miguel Civeira

Terminamos nuestro recorrido por la vida y hazañas de algunas mujeres que se destacaron en la Gran Guerra. Espero que esta serie nos sirva para subrayar la necesidad de visibilizar a las mujeres de la historia, para que se vea que no han sido sólo los hombres quienes han moldeado el mundo en el que vivimos, y que estemos conscientes del potencial femenino para dejar huella en el trascurso de los acontecimientos.

 

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Dorothie Feilding (1889-1935)

Dorothie Feilding era hija de una condesa y un lord británico, pero cuando la guerra estalló en 1914 dejó su vida de lujos y privilegios para para ir como voluntaria al Frente Occidental, al igual que tres de sus hermanos y tres de sus hermanas.

Dorothie FeildingSe hizo enfermera y conductora de una ambulancia que llevaba a los soldados heridos desde el frente hasta el hospital. Era una misión de importancia vital, pues su unidad era la única que se encargaba de estos trabajos. Y no era cosa fácil: ella estaba destacada en Bélgica, una de las zonas que vio más acción a lo largo de todo el conflicto. Su trabajo era verdaderamente peligroso, pero ella demostró una osadía sobresaliente, a menudo arriesgando la propia vida para salvar la de los otros. Muchas veces Fielding se ponía en la línea de fuego y tenía que conducir mientras las granadas explotaban alrededor de su ambulancia.

Además de valiente, era muy carismática; trataba a todos por igual sin importar si eran oficiales provenientes de la aristocracia o soldados rasos de extracción humilde. No es de extrañar que todos cuantos la conocían le entregaran toda su admiración. Con su característica flema británica, nunca dejó de tomar el té a las cinco de la tarde, así fuera entre las ruinas de edificios destruidos por la artillería enemiga.

Su heroísmo la llevó a recibir múltiples condecoraciones militares, y ella fue la primera mujer en ganar la Medalla Militar del Valor, además de la Croix de Guerre de manos del rey Leopoldo II de Bélgica. Pero a pesar de su buen humor, en sus cartas dejó constancia de que los horrores de la guerra le atribulaban, así como los problemas de ser una mujer en el frente, incluyendo chismes maliciosos y proposiciones sexuales indeseadas.

Durante la guerra contrajo matrimonio con Charles O’Hara Moore, y después de una breve luna de miel, regresó a conducir ambulancias, ahora en Londres. Cuando llegó la paz, fue miembro de la British Legion y presidente de la Jubilee Nursing Asociation y de la Agricultural Show Society. En su tiempo libre le gustaba practicar la cacería, para la cual era muy buena.

 

 

Ecaterina Theodoroiu (1894-1917)

Ecaterina nació en el seno de una familia campesina; tuvo cinco hermanos y dos hermanas. Inclinada hacia los estudios, se formó para convertirse en maestra, pero la entrada de Rumania a la guerra en 1916 cambió su destino.

Era miembro de las scouts rumanas, y como tal se enroló en calidad de enfermera. Dos acontecimientos, sin embargo, le hicieron seguir otro camino. En octubre de 1914 ella se unió a otros civiles y soldados de reserva en la defensa del puente sobre el río Jiu contra el ejército alemán. Su participación en el combate fue tan brillante y le ganó tanta fama que la familia real rumana la invitó para conocerla.

Ecaterina TeodoriuEl otro evento ocurrió unos días más tarde, mientras Ecaterina visitaba a su hermano Nicolae en el frente; el joven murió en combate poco después. Tras haber probado su valor con las armas y deseosa de vengar la muerte de su hermano, Ecaterina decidió convertirse en soldado y marchar hacia el frente. Decía que no podía seguir viendo cómo sus compatriotas daban la vida con tanto valor mientras ella permanecía segura tras las líneas. Al principio los mandos del ejército se negaron, pero una orden de la misma familia real les obligó a aceptar a la joven entre sus filas.

Ecaterina demostró sus habilidades tácticas al escapar de las fuerzas alemanas que la tenían rodeada. En una ocasión fue capturada, pero logró matar al soldado alemán que la custodiaba y huir de regreso con su gente. Pronto volvió al combate y participó en varias escaramuzas; en una de las cuales fue herida y hospitalizada. Por su valor recibió múltiples condecoraciones, el grado de subteniente y el mando de su propio pelotón.

En septiembre de 1917 dirigió a sus tropas en la resistencia contra un ataque alemán. Su general al mando le había pedido que no participara en la batalla, pero ella se mostró firme. En medio del combate recibió varios disparos de ametralladora en el pecho. Las heridas le causaron la muerte, pero antes de exhalar su último aliento, Ecaterina ordenó: «¡Adelante, hombres, yo sigo con ustedes!». Tenía sólo 23 años de edad.

 

 

Olive Kelso King (1885-1958)

Nacida en Sidney, Australia, Olive siempre tuvo una personalidad aventurera que la llevó a viajar por todo el mundo practicando el excursionismo, el surf, el esquí, el patinaje sobre hielo y el alpinismo. Además, escribía poesía y narrativa breve, y como hobby le gustaba encuadernar libros a mano. En 1910 participó en una expedición (la única mujer, junto con tres alpinistas) que escaló el Popocatépetl, en México.

Olive Kelson King 02Estaba de visita en Inglaterra cuando la guerra estalló. Donó su propio vehículo para la causa y se ofreció voluntaria a Bélgica, donde condujo una ambulancia. Sospechosa de espionaje, Olive fue arrestada por las autoridades belgas y sólo la liberaron justo a tiempo para escapar de la invasión alemana.

Poco después, se ofreció voluntaria para conducir ambulancias en Francia, y tras seis meses se transportó al frente de los Balcanes, donde ayudó a establecer un hospital en la frontera entre Serbia y Grecia. Ante el avance de las tropas alemanas, Olive fue de las últimas personas en escapar antes de que la estación del tren local fuera destruida por los bombardeos.

En 1916 se unió al ejército serbio, como parte de los esfuerzos médicos de guerra. Aprendió pronto la lengua local y se dedicó a conducir una ambulancia (a menudo, la única disponible). Cuando un gran incendio consumió la mayor parte de la ciudad griega de Salónica, Olive condujo su ambulancia durante 20 horas seguidas, transportando equipo, civiles, personal médico y documentos hacia un lugar seguro. Esto le ganó el grado de sargento y condecoraciones por su valor.

La guerra terminó en 1918, pero Olive se quedó en Serbia hasta 1920, ayudando a la reconstrucción. Allí estableció almacenes para proveer de comida y otras necesidades a los damnificados por la destrucción del país; esto le ganó otros tantos reconocimientos. Cuando regresó a Australia, participó activamente con las Niñas Exploradoras. Durante la Segunda Guerra Mundial fue inspectora de bases aéreas. Murió tranquilamente en Melbourne en 1958.

 

 

Milunka Savić (1890-1973)

A los 22 años Milunka Savić se hizo pasar por su hermano para unirse al ejército nacional de Serbia. Peleó en ambas guerras de los Balcanes (1912-1913), y sólo fue después de ser herida en combate que sus superiores se enteraron de que era una mujer. Sorprendidos por su patriotismo y su deseo verdadero de servir en las fuerzas armadas (ella se negó a ser transferida a una unidad de enfermeras), le permitieron seguir en el ejército, ahora con su nombre e identidad verdaderos.

Luchó a lo largo de toda la Primera Guerra Mundial, durante la cual se convirtió en uno de los soldados más condecorados de todo el conflicto, llegando a ganar medallas no sólo del gobierno serbio (recibió dos Estrellas de Karađorđe y una medalla Miloš Obilić), sino de Francia (Legión de Honor y Cruz de Guerra), Rusia (Cruz de San Jorge) y Gran Bretaña (Orden de San Miguel).

Milunka SavicSus hazañas en combate y los reportes de su valentía se volvieron legendarios, como la vez en que capturó una trinchera y a 23 soldados búlgaros ella sola. Cuando Serbia fue ocupada por las Potencias Centrales, Milunka estuvo con las tropas evacuadas por los franceses y británicos, tras lo cual peleó como parte de una brigada serbia en Túnez y, tiempo después, en Macedonia; así alcanzó el rango de oficial.

Al terminar la guerra dejó las fuerzas armadas; para entonces había recibido no menos de nueve heridas en combate. Patriota hasta el final, rechazó una oferta para vivir en Francia y disfrutar de una pensión militar. En cambio, prefirió establecerse en la recién creada Yugoslavia. Se casó, pero se divorció poco después del nacimiento de su hija, y luego adoptó a tres niñas huérfanas. Tuvo trabajos menores, entre ellos como cartera y conserje.

Cuando los nazis ocuparon Yugoslavia durante la Segunda Guerra Mundial, Milunka se negó a asistir a un banquete organizado por los colaboracionistas en honor de los invasores; por ello fue arrestada y pasó 10 meses en un campo de concentración. Al llegar la paz, fue olvidada y vivió en la pobreza con sus hijas adoptivas, hasta que llegaron las conmemoraciones por el 50 aniversario de la Gran Guerra, a las que ella se presentó vistiendo su uniforme y todas sus medallas (más que las de ningún otro veterano serbio).

A partir de entonces empezó a gozar de nueva fama y honores. Ya en la vejez, recibió una pensión y un pequeño departamento en Belgrado. Tras su muerte, a la edad de 84 años, fue homenajeada con una calle que lleva su nombre.

 

Si quieres saber más, no te pierdas la primera y segunda parte de esta historia. 

 

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