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Celos

Se supone que están en nuestros rasgos genéticos más primarios y tienen como función la de preservar a tu pareja para así continuar la especie.

Pero de eso hace ya mucho. Y hay marcas que, por muy genéticas que sean, no son compatibles con la evolución (mental), por no hablar de que si les seguimos haciendo caso, corremos el riesgo de no sacarnos nunca al mono que llevamos dentro.

Las rupturas a causa del WhatsApp son ya un clásico. Tenemos ahora cientos de vías de comunicación, que también son mecanismos de vigilancia, y cuando se ponen al servicio de la persecución por celos, más temprano que tarde, te ves atrapado en una maraña de inseguridades y angustias que no puedes controlar; y, de golpe, te conviertes en una espía aficionado tremendamente triste y desdibujado.

Los celos están mal entendidos y son la raíz de muchas conductas venenosas para las relaciones de pareja.

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Se han perpetuado en el tiempo al amparo de que son normales e inevitables, inherentes al amor y producto de la pura pasión. Es decir, se tiñen con un halo romántico que nos ha hecho aceptarlos e incorporarlos en nuestras vidas de pareja como si fueran hasta una prueba de profundo cariño.

Vivimos dando explicaciones para tranquilizar, para evitar discusiones, para mostrar consideración, para justificar que no ocultamos nada… Abrimos nuestra vida privada de par en par al otro para que se quede tranquilo y sienta la seguridad de que le amamos a él y sólo a él. En solitario por decreto.

A lo largo de mi vida he visto muchas parejas donde los celos son una constante y tanto uno como otro se controlan y persiguen sin límites para mantener una relación que se supone debe estar basada en la confianza o, para ser más exacta, en la fe.

Algo no encaja. No encajó nunca. Y sigue sin funcionar.

El amor en pareja es complejo, vivirlo durante años aún más. La confianza, los celos y perdurar son términos muy difíciles de mantener equilibrados.
Los sentimientos no se pueden controlar, pero sí se pueden modular y hay que hacer un esfuerzo por mantener los celos al margen. Lo pudren todo.

Cuando los he sentido yo, me han hecho hervir de rabia y dolor, y han exterminado la relación. Cuando los han ejercido sobre mí, me han producido un efecto asfixiante absolutamente insoportable.

Es una trampa creer que vienen de la mano con el amor. Es un espantoso malentendido.

Se cae en un pozo de oscuridad cuando tejemos al amor con lo terrible. Y los celos son terribles para quien los siente y para quien los soporta.

Más que mantener a alguien a nuestro lado, lo atrapan. Y, en serio, nadie quiere estar atrapado por mucho tiempo.

Si nuestra pareja nos deja de querer, se enamora de otra, vive aventuras con las que no estás de acuerdo o decide irse para nunca más volver, eso sí forma parte de una historia de amor. Son posibilidades que estarán siempre ahí.

No se puede sufrir porque hubo alguien antes que nosotros y tampoco por los que vendrán después.

No somos la primera y puede que tampoco seamos la última. ¿Y qué? El orden de llegada no sirve para nada más que para hacer filas. Y en el amor no hay orden que valga.

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