Acabo de hacerme una cuenta en Snapchat y me siento totalmente perdida. Obviamente, sabía que existía y también lo había visto en acción —sólo porque mis hermanas me lo han mostrado— pero más allá de eso, nulo.
PUBLICIDAD
Soy de la generación que nunca tuvo Facebook cuando era niña, ni siquiera adolescente. De hecho, recuerdo que abrí mi cuenta en 2007, cuando ya estaba en primer año de universidad. Quizás lo hice un poco después que muchos de mis amigos, pero de todas maneras era algo novedoso que nadie entendía mucho, al menos en Chile.
Igual, tengo 27 años, o sea vieja no soy, pero tampoco tan joven, y eso lo terminé de confirmar cuando intenté empezar a usar Snapchat. No me considero una experta en redes sociales o métricas, pero trabajo en Internet y entiendo de qué se trata. Pero no, Snapchat me puso de mal genio.
Me gustó la propuesta visual y la disposición de los contenidos, pero no sabía que hacer con ellos. Como no había nadie a mi lado para salvarme —alguna persona que sabe usarlo al revés y al derecho— me lancé a explorarlo.

Como sólo lo quiero usar para fines profesionales (obvio), seguí a las personas que me interesa, que hablan de los temas que me gustan. Para llegar a seguir a alguien, tuve que buscar tutoriales en YouTube, información en Internet y las típicas listas de “Cosas que tienes que saber cuando usas Snapchat”.
Cuando ya lo tenía un poco más dominado (había logrado ver las fotos de alguien), me sentí como mi mamá la primera vez que mandó un emoji por WhatsApp. Estaba emocionada, sentía que me había “subido al carro de la tecnología”, y sí, me di cuenta de que estaba hablando como mi abuelita.
Sólo con estar un momento conectada, me di cuenta de dos cosas: si eres voyerista, vas a amar Snapchat. Ahí puedes ver las cosas que siempre quisiste, como por ejemplo, el baño de Brad Pitt o esas cosas. Lo segundo, es que si eres de esas personas que guardan una envidia fulminante en su ser, evita seguir a los famosos.
PUBLICIDAD
Créeme, si te da envidia la chaqueta nueva de tu amiga, no vas a soportar ver el clóset de Chiara Ferragni. No te vas a recuperar de eso.
A pesar de que Snapchat me arrojó una piedra en la cara con el número de años que tengo, voy a seguir investigándolo. Al menos, así voy a sentir que todavía puedo publicar cosas que a nadie le importan y que sólo sirven para pasar el rato.