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Resaca moral: lo que no quieres saber que hiciste luego de una noche de copas

No sabes qué es peor: levantarte para ir a tomar un gran vaso —o en realidad botella— de agua o tomar tu celular y leer tus mensajes.

Es tu noche y tu cuerpo lo sabe. Estás pensando desde el lunes en esa gran fiesta que tienes el viernes y a pesar de que estás un poco estresada con el trabajo, de todas maneras te hiciste el tiempo para elegir ese atuendo perfecto para no pasar desapercibida.

¡Por fin es viernes! Vas camino a tu casa y empiezas a “whatsappearte” con tus amigas. Organizan cómo se van a ir a la fiesta, qué van a tomar y se piden las opiniones sobre cómo se ve cada una (selfie incluida). ¿No se te está olvidando algo?

Llegas a la fiesta y te das cuenta de que ese pequeño detalle que olvidaste sería una de las razones por las que no querrás salir más de tu casa por los próximos 365: no has comido nada desde la hora de almuerzo.

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Sin embargo, lo dejas pasar y te dices a ti misma frases como “no importa, almorcé un plato contundente” o “no creo que pase nada, tengo bastante resistencia con el alcohol“. Lamentablemente, eso fue lo último que recordaste de esa noche hasta el día siguiente, cuando te despertaste sintiendo que un camión pasó por arriba tuyo.

No sabes qué es peor: levantarte para ir a tomar un gran vaso —o en realidad botella— de agua o tomar tu celular y leer tus mensajes. Quizás te va a servir para reconstruir tu noche o refrescarte un poco la memoria, aunque ese puede ser el mayor problema: sabes que se viene la resaca moral.

Una vez que lograste levantarte y caminaste como una pequeña jirafa recién nacida hasta el baño, decides abrir WhatsApp. Tu “alocada” noche te dejó el generoso saldo de 347 mensajes, 20 notifaciones en Facebook y otras cuantas en Instagram. Eso sí, preferiste no revisar el saldo de tu tarjeta de crédito, todavía no estás preparada para eso.

Gracias a tu amiga que sí COMIÓ ANTES DE BEBER y que recuerda todo, te enteras de que fuiste “el alma de la fiesta”, por decirlo de una forma delicada y elegante. Todo estaba bien al principio, se tomaron un par de copas de champaña, hasta que liberaste a esa versión de ti que siempre quiso formar parte de la película Proyecto X.

La primera hora, te dedicaste a ir al baño cada cinco minutos, todas esas veces pedías que alguna amiga te acompañara y después te retocabas el maquillaje pensando en que ibas a quedar mucho mejor que antes. Gran error.

Lo peor fue cuando tomaste tu celular. Esa es una moraleja que todas deberíamos aprender: si tomaste de más, pasa tu teléfono. Le mandaste mensajes a tu ex, le dijiste que todavía lo amas y que quieres tener una noche de pasión con él. Sí, tal cual.

Después, encontraste al tipo más guapo de la discoteque, ese que jamás le hablarías sobria porque piensas que es demasiado soberbio, lo tomaste del cuello y le gritaste —sí, gritaste— ¡amigo, selfie! Obviamente, el paso siguiente fue publicar la foto en todas tus redes sociales, con un hashtag vergonzoso.

Tu amiga te contó que justo después de sacarse la foto, le diste vuelta un vaso entero de champaña en su ropa, te reíste en su cara y obviamente, él no hizo nada más que correr lejos de ti. ¿Cosas que pasan?

Al más puro estilo de The Hangover, derrochaste dinero, ofreciéndole tragos a todos, porque pensabas que eras millonaria. Lamentablemente, es la última semana del mes y te gastaste todo lo que te quedaba para sobrevivir esos días.

¿Y el ex? Justo cuando pensabas que tus mensajes habían pasado desapercibidos, recibes una respuesta de él, diciéndote que tú fuiste quién lo dejó, que ahora está saliendo con alguien y que por favor no lo llames 13 veces borracha otra vez.

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