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El cuerpo que vestiré mañana

Necesito convencerme de que me siento a gusto en mi propia piel, para después convencer a mis amigas de que lo que necesitamos es un poquito más de amor de nosotras para nosotras.

Hace unos cuantos meses perdí el control de mi peso. Y vaya, no es que haya subido muchísimos kilos, pero de unas semanas para acá no me siento muy bien con la imagen que encuentro en el espejo. Pero, sinceramente, no sé qué hacer.

Intento salir a correr y de pronto me encuentro comenzando muy temprano mis actividades y haciendo a un lado el pensamiento de salir a mover el cuerpo. También trato de no comer tantas harinas, comida chatarra, dulces, pero caigo rendida ante un pan dulce cuando me tomo mi obligatorio café de la tarde.

Antes me parecía más fácil resistirme, no me llenaba la cabeza con cosas como: “trabajo mucho, necesito energía”, “si el cerebro necesita azúcar, yo necesito un doble caramel machiatto para pensar mejor”, y la lista de pretextos puede llegar a ser infinita.

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No es que yo quiera ser una mujer extremadamente delgada, tampoco es como que mi complexión me lo permita, pero quisiera estar más tonificada, olvidar esconder mi incómoda “lonjita” y, bueno, ya si estamos haciéndole la lista de deseos al genio de la lámpara, también quisiera un poco menos de “carita redonda”.

Claro que el genio nunca me hará caso, pues está atendiendo los correos electrónicos de los millones de mujeres que nunca están a gusto con algo de su cuerpo, así sea la manera en la que se les dobla la oreja.

¿Quién nos hizo tanto daño para quitarnos nuestro amor propio? Porque que yo sepa nadie me ha obsesionado con el tema del peso y bueno, pensar en los medios de comunicación me parece una excusa muy débil.

¿Realmente te traumas porque Kendall Jenner es una mujer guapísima? Yo no, me parece una mujer hermosa, pero de eso a que tengamos el mismo estilo de vida, la misma complexión, genética, etcétera, etcétera, es otra cosa. Ella vive de su cuerpo, yo vivo de mi mente. Y eso no nos hace mejor o peor a la una de la otra. Nos hace diferentes.

No tengo palabras para mis amigas cuando me dicen que no se sienten cómodas con su cuerpo, porque ni siquiera yo tengo las palabras para mí. Quisiera decirles que son hermosas por dentro y por fuera, pero sé que esas palabras a veces caen al vacío, porque yo también he tenido oídos sordos ante palabras cariñosas acerca de mi aspecto físico.

Qué lío, creo que lo que la mayoría de las mujeres necesitamos es un abrazo grupal y asegurarnos de que la peor enemiga de una mujer ya no será otra mujer. Porque siento que todo comienza ahí, desde nosotras, en esas pláticas en las que te sientas y dices: ¿ya viste lo mucho que subió de peso Fulanita? O qué tal: Fulanita tiene unos ojos muy bonitos, lástima que su nariz sea tan grande.

Si bien el día de hoy no sé cómo resolver el tema de mi peso ni cómo dirigirme una mirada más amigable al verme en el espejo, tal vez el día de mañana pueda lograr convencerme de que la pizza no es la mejor opción y debería comer ensalada, o vaya, algo más sano sin rayar en lo páleo/raw/detox/vegan.

Quiero ser una persona sana, quiero que no pase al último lugar de la lista el salir a correr por las mañanas y quiero poder decirle que no a ese chocolate que parece tener cara de Brad Pitt (¡cómo resistirse!). Quiero sentirme a gusto con el cuerpo que voy adquiriendo, pero también con el que voy escogiendo.

Porque todo en esta vida se vuelve una decisión y aunque a veces quisiera esconderme debajo de las sábanas, necesito convencerme de que me siento a gusto en mi propia piel, para después lograr convencer a mis amigas de que lo que necesitamos es un poquito más de amor de nosotras para nosotras. Ya estuvo bueno con complacer a todos los demás.

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