Las personas no son un número, eso se lo podemos dejar a los robots. Desde que comenzó la discusión sobre si las modelos de “talla grande” deberían tener más presencia en la industria del modelaje, algo hizo click en mi cabeza.
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¡Qué espectacular! Todos estamos felices porque una mujer que es distinta a las que usualmente vemos en las revistas o en las pasarelas, ahora tiene la oportunidad de demostrar que ella también puede.
¿Es necesario que lo demuestre? La sociedad moderna está obsesionada con las tallas, pero también tiene una fijación con poner etiquetas o catalogar a las personas sólo porque así tiene que ser.
Sabemos que la talla no importa. Nadie va a ser mejor o peor persona por la talla de pantalones que use o por cuánto calce, o por el tamaño que tiene su cabeza o sus costillas.
Estoy de acuerdo con que es muy positivo que la industria de la belleza y la moda se esté diversificando, pero creo que hay un concepto errado en todo esto. Si hacemos esa separación entre modelos “normales” y modelos “talla grande“, estamos cayendo en el juego que esa misma industria quiere que juguemos.
Por supuesto, la poderosa industria de la moda no quiere que lo común o que lo normal interfiera, genera resistencias y opta por “dar espacios” a esas personas normales que también son bellas, pero porque ellas mismas creen que lo son y luchan por que se les reconozca.
Me gusta el paradigma que se vive ahora, pero no me gusta que funcione a través de etiquetas. No somos una talla; la talla no define nada. He conocido a mujeres delgadas que tienen talla grande, sencillamente porque su cuerpo tiene esa estructura.
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Hacer tanto hincapié en que debemos aceptar “la belleza diferente” o que la mujer “se merece un espacio“, es lo mismo que reconocer que esa diferencia existe aún.
No hay diferencias entre una mujer y un hombre, tampoco las hay entre una persona delgada u otra más robusta. En ese sentido, la naturaleza tiene mucho que enseñarnos.
Una rosa roja no se siente superior a una amarilla sólo porque su color está asociado al amor, aunque esa etiqueta también la puso el ser humano, no las rosas. Los pájaros vuelan juntos, sin importar el tamaño que tienen, sólo lo hacen porque su instinto es elevarse.
Dejemos de etiquetarnos a nosotros mismos, y de tratar de demostrar que pertenecemos a algo, a un lugar o a un estereotipo, sólo porque los demás lo creen. No somos tallas, somos personas.