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Una habitación para dos

Existe una habitación que jamás dejará de ser tuya: está en tu mente y tu corazón.

Virginia Woolf decía que la libertad de una mujer dependía de una habitación propia y de un ingreso que la ayudara, en su caso, a escribir.

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Definitivamente eran otros tiempos en los que las cocinas estaban llenas de tías, madres y niños llorando. Una mujer anhelaba un momento a solas, pero eso era prácticamente un acto de rebeldía.

En la actualidad muchas trabajamos, muchas hemos vivido solas, muchas también podemos sentarnos horas sin hacer nada. Poco a poco cada una de nosotras ha intentado hacer de este mundo una pequeña habitación propia, pues la soledad y la libertad también se construyen internamente.

Sin embargo, llega un momento en la vida en el que, por convicción propia, decides invitar a alguien a esa habitación. Abres la puerta y no lo dejas escapar, mucho menos de tu vida.

Él acepta tus reglas, tus obsesiones: el desorden de los libros es intencional, las almohadas no deben de tocar el suelo, los zapatos ocasionalmente se guardan en el clóset, si no tiendo la cama mi vida está de cabeza.

Tú aceptas sus reglas: me gusta subir los pies a la cama con zapatos, odio que haya tanta luz, prefiero el té, amo ver la tele mientras como.

A veces no entiendes cómo invitaste a alguien a tu habitación propia, pero sucedió.

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Hace unos días decidí dejar de invitarlo. Cerré la puerta. Hace unas noches abrimos otra puerta. Una en la que no tengo una habitación propia, ahora tenemos una habitación compartida.

Hace unos años decidimos que viviríamos juntos y hace exactamente 144 horas comenzó todo: cajas llenas de libros, maletas con ropa, intentar entender por qué él quiere que su pasión por el futbol también esté presente en la sala.

Un choque de universos, así le llamo, y sinceramente no sé si eso exista en la cosmología, pero en mi vida está sucediendo y se expande, como una oleada de calor que te inunda el cuerpo y de pronto aparece una sonrisa.

En esta nueva habitación hay cenas compartidas, preguntas sobre cómo estuvo el día y noches en las que te quedas dormida mientras ven una película; pero sé que también habrá discusiones, comidas que no nos gusten y, por supuesto, preguntas.

Ahora pienso que Virginia Woolf hablaba de la importancia de tener un ingreso en caso de que no tuvieras una habitación propia, para que pudieras pagarte un café y encerrarte en una habitación que nunca dejará de ser tuya: tu mente, tu interioridad y tu corazón.

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