El sexo, una buena razón para no pegarse un tiro, junto con la fiesta, los libros y la buena mesa.
Qué sexy el sexo, pero no siempre. Es decir que el sexo también miente, porque casi todo miente. Y a veces, a la mera hora, no nos queda sino seguir cogiendo, a pesar de realidades incómodas y cero sexis, como las siguientes:
El mal aliento por la mañana
Sobre todo porque por la mañana una ya no está borracha, y con la reseca cualquier mal aliento se magnifica, incluido el propio.
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El orgasmo acalambrado
Haber soportado estoicamente las embestidas en la misma postura (mucho más acrobática de lo que una quisiera), para que todo termine con una pierna tiesa, acalambrada. El fracaso de la interpretación.
Tener ganas de la pipí en mitad de la escena
Ni modo, hay que decirlo, hay que interrumpir la inspiración a media faena. Sí, se ve mal, pero se vería peor la consecuencia de no hacerlo.
El aviso del tipo “¡me vengo!”
Innecesario pero inevitable en muchos casos. A mí a veces tal aviso me cohíbe el orgasmo. Sólo a veces.
El pene flácido
Casi todas las erecciones se agradecen. Entre las que no, las inexistentes.
La vagina reseca
Que es una versión del pene flácido, quién sabe qué sea peor.
Las sábanas sucias
Por bien montada que haya estado la escena, las sábanas sucias son como la piedrita en el zapato. Una no debería darles importancia. ¿Cómo se logra eso?
La evidencia del período en la ropa interior
No importa qué tantas precauciones se tomen… puede suceder. Sucede. Y una quiere morirse.
La cara de orgasmo
Ni que una fuera Sasha Grey o Stoya para que las caras de orgasmo le salgan tan bien. Ni que ellos fueran James Deen.
El “no me vine”
Y el pobre hombre tan entusiasta, tan empresarialmente motivado.
Las posturas fallidas
Esa postura vista en la última porno luce imposible, pero igual una lo intenta. Sería justo que alguien (aunque no sea el que nos cogió) nos aplaudiera, nos dorara la píldora, nos dijera “qué bien lo hiciste, mi reina”… Porque tiene mucho mérito intentar. Resultados aparte.
La somnolencia
Sobre todo cuando la otra persona tiene ganas de seguir cogiendo, o de un momento en que la charla y el intercambio de miradas sean prueba de intimidad.
El gesto de la incertidumbre
Me refiero a cuando el otro hace algo que le parece de lo más sexy… y no funciona. En otras palabras, me refiero a esa expresión muda que a todas luces significa: “¿qué carajos estás haciendo?”.
(¿Qué nos importa que el sexo no sea sexy? ¿Cuándo nos ha importado?)