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La otra

¿Es posible bajar las armas? Tal vez, pero siempre con cierta distancia ¿Es posible que no sea un tormento más largo que todo lo demás? Depende de cada persona, de su autoestima, de sus seguridades, de su relación, de las honestidades cruzadas.

Siempre hay una “otra”, así como de nombre de teleserie. La otra que estuvo o estará presente -en algún momento con mayor intensidad y en otros tal vez como hasta un chiste, un recuerdo vago- en el mundo de tú y yo. Pero está, ahí está, mirándote de reojo, mirándote rayado, mirándote.

Siempre hay una otra con quién hay que disputarse un lugar en la memoria. Porque están las malditas comparaciones, porque pese a lo que uno quisiera la memoria es potente, porque uno no siempre está donde debería estar en la historia de alguien, aunque los expertos digan que sí, que uno se encuentra con la gente cuando debía ser no más. Porque hubo otras personas antes o después que compartieron con esa persona, con esa tan importante persona y no puedes hacer nada contra ello. Bueno sí, si eres una “The Real Loca” y quieres prenderle fuego o asesinarla de puros celos. Pero en general no, ahí está. Fueron parte uno del otro, se quisieron, ahí están.

Tal vez provocó recuerdos imposibles de borrar, aunque pase y pase el tiempo. A lo mejor la otra tenía la cabeza llena de cosas que tú no o al revés. Compartiste la cama digamos, aunque en tiempos distintos.

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Enfrentarse a una otra es algo bien raro. Porque no es alguien que te interese, pero te interesa. No es alguien que quieres, pero es o fue o será importante para alguien que quieres, por algo es tema. Porque puede provocar celos retroactivos, como que ni tú la conocías ni lo conocías a él, pero te da celos lo que pudo haber pasado. O puede darte celos que ahora sea ella la que ocupe el lugar que alguna vez fue tuyo. Porque esos códigos que entablaron no serán los mismos que contigo, porque tal vez si nombran una canción, tú no sabrás por qué los 2 esbozan una sonrisa cuando la escuchan acordándose de un momento único. Porque se ven tan bonitos en las fotos juntos, porque es raro hablar y comentar de como estás con ese alguien en común.

Para la otra por lo general siempre serás un personaje bien siniestro, lleno de adornos que se le van colgando en el tiempo: la culpable, la loca, la que no entiende, la que está equivocada, la que hizo las cosas mal, la que se metió, la “maraca”, ella era la que no quieres ni vas a querer a menos que haya una madurez que permita entender a separar las aguas. La otra es algo así como un fantasma que ataca la tranquilidad de un recuerdo o de un presente. Es la que sabe o puede llegar a saber cosas que para tí son privadas, la otra estuvo en los lugares donde tú estuviste y lo pasaste bien. O mal. Es parte de tu intimidad aunque no lo quieras pensar, besó, tocó acarició lo que en algún momento pensaste como tuyo, sentiste como tuyo. Es la que te da miedo porque a lo mejor quieren más que a ti , o lo hacía mejor o lo hacía peor o es más importante no más o hizo lo que tú nunca hiciste ni harás. Tal vez provocó recuerdos imposibles de borrar, aunque pase y pase el tiempo. A lo mejor la otra tenía la cabeza llena de cosas que tú no o al revés. Compartiste la cama digamos, aunque en tiempos distintos.

¿Es posible bajar las armas? Tal vez, pero siempre con cierta distancia ¿Es posible que no sea un tormento más largo que todo lo demás? Depende de cada persona, de su autoestima, de sus seguridades, de su relación, de las honestidades cruzadas.

Porque la primera reacción, probablemente impulsiva y fuera de toda lógica racional, pero si muy real y viceral, es “defender” el territorio de todo peligro. Pero ahí está: ¿La otra es un peligro de verdad? Porque no estamos poniendo en tela de juicio el amor, la fidelidad, el tiempo, la confianza de la pareja actual. Estamos sintetizando lo que es la relación con la otra, como si todo el resto de los factores estuviesen en orden.

¿Sería mejor no tratar de tapar el sol con un dedo, no tratar de echar culpas con ventilador de algo que no fue o no resultó ni menos la honestidad de el tercero en cuestión? La otra no es -si es que lo fuera o si fuera posible serlo- la culpable de todo, como acostumbran algunas mujercitas y hombrecitos por ahí a gritar y re-gritar, como si fuera su caballito de batallas, excusándose en “la otra” para no mirarse y decir “¡la cagué!” o que el otro la embarró o que simplemente eran más cosas, no era “ella” la que se interponía en algo tuyo.

Aplaudo de pie a esas familias añosas y multiparentales y espero en lo más profundo de mí, llevar procesos como esos de películas escandinavas, en que todo está tan claro, que la gente puede compartir una mesa, cumpleaños, intereses y afectos sin tener que estar con un machete a punto de cortarte la cabeza, sonriendo sínicamente haciendo como que te caes bien. Compartir una vida con el pasado de alguien, sin tener que eso ser terriblemente complicado. Porque todos tuvimos un pasado, a estas alturas todos compartimos con alguien que tuvo un antes y un después. Si la cosa es no ser deshonestos, porque eso mata cualquier relación pasada, futura y sobre todo presente. Porque para eso si que hay caldo de cabeza de nunca acabar  ¿O no?

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