La verdad es que nunca estamos contentos con nuestro estado en cuanto a relaciones se trata. Nuestra autoestima baja y nos quejamos cuando llevamos mucho tiempo sin tener una relación y comienzan los cuestionamientos ¿Estaré muy gordo?, ¿se acabaron todos los chicos lindos del mercado? ¿me bajó el raiting? Hasta que llega el punto en que tus amigos te etiquetan en la foto del clásico meme de forever alone y ahí te das cuenta que ya todo el mundo olvidó tu último pololo y ahora te ponen en la categoría amigo solterón.
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Comienza la etapa de salir más y sacar todos nuestros recursos para cautivar a ese guapo y soltero chico que esperamos conocer en un bar, mientras esquivas como puedes esos intentos de tus amigos por presentarte a un alguien “que es súper guapo, tiene plata y es soltero”. Cuando ‘por fin’ conseguimos pololo, después de una agotadora búsqueda, rápidamente comenzamos a extrañar ese tiempo de calidad que teníamos con nuestros amigos molestándonos por ser el único soltero del grupo.
En mi intento de tratar de tener todo en orden y bajo control en mi vida llegué a la conclusión de que la mejor solución sería estructurar mi año de tal forma de estar soltero en verano y pololeando en invierno, algo que a primera vista puede parecer una tontera y frivolidad máxima, pero que si le damos una vuelta no es tan loco. Yo me baso en la acción de decretar lo que quiero y en los objetivos, si nuestro objetivo está claro en mantenernos solteros en verano, filtraremos de forma inconsciente a potenciales pololos y solo nos fijaremos en los solteros que están en la misma actitud rockstar que nosotros. De esa misma forma en invierno nos fijaremos en potenciales pololos con quienes pasar el tiempo en días fríos y lluviosos viendo una buena peli y pidiendo comida a la casa. Visto de esta forma racional tendría ambas modalidades en el año y así no me quejaría por estar soltero o pololeando, y si el pololo nos dura hasta el verano quiere decir que estamos bien con esa relación y por lo tanto no extrañaremos nuestra soltería.
Empecé a hablar por whatsapp con Mike, un chico con el que habíamos cambiado teléfonos en una fiesta. Comenzamos a vernos seguido y a pasar tiempo realmente bueno. Como su trabajo era altamente demandante, en su tiempo libre prefería quedarse en casa y descansar, por lo que nuestras juntas siempre eran sobre conversar mucho y conocer sobre el otro, preparar o pedir comida, ver pelis o jugar videojuegos. Además del sexo, por supuesto. Para cuando lo vi de forma consciente había ‘logrado’ mi objetivo de comenzar el invierno con alguien, aunque no se trataba de mi pololo sino más bien de algo así como mi amigo con ventaja. Digo algo así porque con los amigos con ventaja solo tienes sexo cuando lo necesitas y ya, pero no te planificas durante la semana para verte, ni te ves varias veces en la semana, ni conversas largas horas o despiertas en la mañana con una linda bandeja con café recién molido a la cama. Sin darme cuenta había quedado atrapado a la mitad entre la soltería y la etiqueta de pololo. Según mi amiga Rita mi relación era un pololeo no asumido y el resto de mis amigos comenzaron a presionarme para que se los presentara.
Fueron casi 2 meses de ‘estar juntos’ y llevar la misma dinámica. Nunca hablamos de en qué parada estábamos ni tratamos de ponerle una etiqueta a nuestra relación. Disfrutábamos el dormir y amanecer juntos tanto como el sexo, solo vivimos el momento y fue genial. Y si bien no fluyó para llegar al verano –o terminar el invierno- nadie salió dañado. Ahora se viene el verano y con ello el sexo, las drogas y el rock and roll, aunque siempre será bueno que te sorprendan con un buen desayuno a la cama.