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¿Vale la pena seguirnos preocupando por nuestro peso?

Y las arrugas y el hecho de estar solteras y todo lo demás que nos acompleja…

Una amiga se tituló este año y ya tiene un buen trabajo con el que se siente muy contenta. Para celebrar que, a diferencia de muchos otros recién egresados, le está yendo tan bien me invitó a una cena en su casa con su familia.

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Nos sentamos todos en el comedor a platicar de las cosas de las que se habla en reuniones familiares: Cómo ha aumentado el tráfico en la ciudad, el miedo que tenemos a que el nuevo gobierno sea peor que el anterior y los planes para la temporada decembrina, cuando de repente ella pidió un momento para compartir unas palabras.

Agradeció a sus padres por el apoyo durante su formación universitaria, nos agradeció a sus amigos por haberla ayudado cuando tenía problemas en las tareas que requerían el uso de Estadística y en general habló de lo contenta que estaba y que creía que era justo hacérselo saber a las personas que más quiere. Su madre, después, se acercó a abrazarla y le dijo que se sentía orgullosa de ella: Su pequeña es al fin una mujer independiente y preparada.

“Me encanta verte tan contenta y nunca dudé de tus capacidades. Qué bueno que te va bien en el trabajo y con tu novio. Ahora sólo falta que bajes esos kilitos que te sobran…”, remató.

Obvio en ese momento todos sonrieron incómodamente y seguimos la velada como si nada, pero dentro de mí quemaban las ganas de decir “¿QUÉ NADA NUNCA ES SUFICIENTE?”, pero claro que ese no es mi papel; al menos no ahí.

Eso me puso a pensar, mucho, cómo nos exigimos las mismas mujeres siempre algo más. No basta con que nos vaya bien en la vida, siempre hay algo que hace falta para que sintamos que aún no merecemos aplausos. Y, tristemente, esto nos lo pasamos de generación a otra.

Podemos estar bien en muchos aspectos, pero sobretodo en cuestiones de autoestima y de imagen personal,  pensamos que aún nos falta lograr ese algo más para realmente sentirnos realizadas. Como si bajar esos 3 kilos que nos sobran, conseguir pareja, operarnos la nariz o esperar a que nos crezca el cabello validaran el resto de los logros.

Pero sobre todo con el peso (sobrepeso, falta de peso…) tendemos a traumarnos de más, como si la báscula midiera la felicidad. Ya basta de esclavizarnos con dietas, con creer que no somos bonitas ni exitosas porque tenemos llantitas o muslos gordos. Aceptarnos, querernos e incluso celebrarnos… a eso sí hay que darle el peso que se merece.

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