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Chile, país de cinismo social

Cuando nuestros legisladores se niegan a abrir los ojos, privando a miles de ciudadanos de un derecho básico y finalmente de algo que todo ser humano busca a lo largo de su vida, la felicidad.

Hay cosas que amo de Chile y otras que odio profundamente, entre ellas la cultura basura en la que vivimos. Como si no fuera suficiente una sociedad clasista, desigual y sin identidad, me parece que el cinismo moral es un mal fuertemente arraigado.

En esta columna, me detendré en esa mañosa capacidad de negar los hechos, de cegarnos a la realidad y reconocer que los constructos sociales no son nada más y nada menos que eso.

Suena relativista, pero creo en la libertad de las personas y en su capacidad de decidir si vivir o no en relación a lo moralmente apropiado. De la misma manera las sociedades son dinámicas en el tiempo. Así, lo que nos parece socialmente correcto hoy, mañana quizás no lo será tanto.

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Lo que se ha discutido en estas últimas semanas, primero en relación a la legalización de la marihuana y luego con el Acuerdo de Vida en Pareja, no hace más que avergonzarme y cuestionarme acerca del grado intelectual de la clase política chilena.

Convengamos en que el hecho de que un Senador de la República (Fulvio Rossi) abra el debate a partir de lo que hace en su vida privada no es la mejor forma, pero sin duda reconocer que él también es consumidor de marihuana es un acto de valentía y honestidad. Y es que es verdad, aunque a muchos no les guste, las drogas son más cotidianas de lo que cualquiera pensaría y en especial la marihuana.

Podría apostar a que la mayoría, si no acaso todos aquellos quienes han condenado al senador, han fumado o son fumadores habituales de marihuana. No por nada esta droga tiene la fama de ser “la sustancia ilícita más utilizada en el mundo” según la ONU.

En términos de salud, el exceso de marihuana obviamente produce efectos adversos en el cuerpo humano, pero dudo que más de lo hace el exceso de alcohol y el tabaco. La marihuana es algo real y a partir de la cual se ha levantado un mercado negro, que además de obviamente involucrar el tráfico, se lleva cada año una cantidad enorme de recursos para desbaratar el negocio. Sin embargo ¿No sería más útil destinar todos esos recursos en redes asistenciales para aquellos individuos que sufren de adicción?. Con la legalización de esta sustancia sería perfectamente posible.

Por otra parte, esta semana salió nuevamente a la palestra el tema del Acuerdo de Vida en pareja, un engendro de matrimonio homosexual que, mal que mal, ayudaría a legislar en relación a la situación que viven miles de parejas gay en Chile.

Me parece que este APV no es más que un matrimonio de segunda categoría, al menos así lo han confirmado miembros del oficialismo y la ultra derecha, refiriéndose a “un espacio, no el matrimonio, para quienes resuelven una vida distinta”, como lo hizo el señor Patricio Melero, Presidente de la UDI.

Entender este tema es tan simple como la frase: “Los mismos deberes, los mismos derechos”. Una relación de pareja homosexual difiere de una heterosexual solamente en eso, en el género de sus miembros. Entonces, ¿por qué no otorgar los mismos derechos sobre una realidad que está muy distante de ser un hecho aislado? Nuevamente nuestros legisladores se niegan a abrir los ojos, privando a miles de ciudadanos de un derecho básico y finalmente de algo que todo ser humano busca a lo largo de su vida, la felicidad.

Lo que siento por la sociedad chilena y nuestra clase política no es más que vergüenza y pena. A veces lamento haber nacido en un país subdesarrollado en el que la Iglesia Católica se inmiscuye en temas como las leyes y la educación, y en donde las esferas de poder están gobernadas por unas pocas familias ultras conservadoras. Lamento profundamente vivir en una sociedad en donde las normas nos superan, haciendo que vivamos en constante represión y amargura.

Mister Dirk.

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