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Carta abierta a Valentina Roth

La actriz chilena, Tere Hales, dedica algunas palabras a la joven farandulera luego de su intoxicación la semana pasada y los últimos escándalos en los que ha estado involucrada.

Como diría Lope de Vega “Fuenteovejuna fue”. La diferencia es que en la obra de teatro, la fuerza de las masas lucha por hacer justicia. En esta obra local el pueblo ha forjado la injusticia. El poder del prejuicio, del doble estándar, del pelambre fácil para matar el tedio. Una sociedad mezquina asustada de la libre expresión, de la verdad en los errores o aciertos de los demás en los actos cotidianos. Un pueblo pequeño desde el cerebro a su frágil corazón. Me avergüenzo Valentina de esa parte de Chile. Y aunque estoy del otro lado, por ellos te pido disculpas, por ellos me arrodillo ante ti.

La prensa fue o la tele tal vez… en parte. Lo grave, lo verdaderamente peligroso es la mente de la gente. Esa parte de Chile que vive asustada. Que cree que discutir es pelear y no dice lo que piensa. Ese pedazo de Chile que justificó la tortura, o esa parte envenenada por el miedo. Los que creen que pegarse un polvo es tan grave como mentir o robar. Los que callan la corrupción incluso a pequeña escala. El que envidia al colega y no se detiene a pensar cuánto habrá luchado para triunfar. El que nos deja fuera del club, el que se burla de la desgracia del otro. El que no se atreve a decir te quiero, o ya no te amo. El que le pide al banco su 4×4 y no tiene para pagar el colegio. El que se asusta si digo clítoris, pero se ríe si digo maraca. Las personas que no duermen en las noches, porque no se atreven a vivir de día. A lanzarse, equivocarse, arrepentirse y perdonarse. A levantarse una y otra vez, como tú públicamente lo has hecho. Amar, llorar, reír, tirar, confiar, jugar y probablemente desperdiciar.

Seguro que tú, al igual que todos nosotros, has malgastado parte de tu tiempo en cosas que quisieras borrar. Todos, querida Valentina. Pero no aflojes, no les creas, no te ensucies con su manto falsamente sagrado. Ignoro lo que te está pasando. Pero si tienes miedo, corre y acurrúcate aunque sea en tu conciencia. Eres valiente Valentina y has sido libre. Libre porque puedes elegir y sólo tú sabes que está bien y que está mal. Dónde te duele y cuándo te empieza a doler. Y si te caes, te levantas, con tu sonrisa o tus lágrimas puras. Porque eres más pura que muchos, que han contribuido a que estés herida por dentro o por fuera. Y me duele y me llena de rabia, porque podrías ser mi hija, mi hermana, mi amiga, podría yo ser tú.

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Hasta cuándo la gente les lanza piedras a los otros para paliar su propia frustración. ¿O se olvidan que a palos aprendimos todos dónde estaban nuestros propios límites? Cagándola a ratos y llorando después.

Cada uno sabe cuándo el placer se convierte en tortura, cada uno como puede construye su vida. Y probablemente todos y cada uno, buscando ser felices.

En un Chile manchado. Donde ser mujer todavía es un crimen, si tus pechos sirven para algo más que amamantar. Si tu fuerza arrolla, y tu desenfado ahuyenta. Si tú inteligencia puede opacar a un hombre. Porque en ese Chile aún somos diferentes, este sábado también por ti voy a marchar. Por Zamudio, por los gordos y los flacos, por judíos y palestinos, por los peruanos, ecuatorianos, cubanos y brasileros. Por los que aman a quien deciden amar. Por los chilenos que se sacan la cresta, por los que no llegarán a la universidad, por sus hijos, por el pueblo Mapuche, por los míos y los otros. Por los que no se atreven. Por mí. Matrimonio para todos, respeto para todos.

Aunque me encantaría pasar el fin de semana en la cama, o en un sillón, haciendo el amor…. Voy a marchar, también, por nosotras.

Lo lamento Valentina y te pido perdón por esa parte de Chile. Porque esa parte de Chile lo hizo, esa parte de Chile fue.

*Esta carta fue escrita el Martes, 19 de junio de 2012

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