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Ex ex o el amor volátil

Marco Antonio De La Parra reflexiona aquí sobre cómo se llevan las relaciones de pareja en la sociedad actual.

Ya no se ama como se amó. Nunca se ama como se amó. Nunca se ama como se amará. El amor toma el signo de sus tiempos y se vuelve feliz o desgraciado o traidor o una cárcel o un libro abierto, el paraíso o un puerto perdido. Hoy el amor es líquido y la frase no es más sino de Zygmunt Bauman. Toda la modernidad es líquida, fluctuante, movediza, lo sólido se ha desvanecido en el aire y todo, desde el género hasta el trabajo, se torna resbaloso. El amor, mientras más se le idealiza, más deseado y temido es, y menos sustenta las parejas, antes organizadas por el interés, el compromiso social o familiar, la religión o el deber ser.

Hoy se ama como único pilar de la relación y el amor es escurridizo, cuesta distinguirlo y atreverse a vivirlo es riesgo, es entrega masiva, es pérdida de libertades, es esa cosa tan aterradora que es el darle poder al otro sobre mí, que si no eres mi dueño o mi dueña no te amo de verdad. En ese clima de miedo al abandono y a la entrega, las relaciones se convierten en una aventura donde al entrar ya se está mirando la salida.

Todos nos volvemos entonces ex de alguien más pronto que tarde. Y ese ex puede que vuelva y sea un ex ex y esos ex comienzan a tapizar nuestra vida y nos da rabia y celos que una ex se junte con un amigo que pasa a ser ex amigo y las ex se encuentran y tienen en común ser ex del mismo ex y en una sociedad como la nuestra, endogámica y cerrada todos somos ex del resto en alguna cosa. Ex compañeros de trabajo, ex compañeros de curso, ex vecinos, ex amigos o ex enemigos y sobre todo ex parejas que tienden a reencontrarse de manera temible en una danza de intercambios, que ya visualizó que venía a instalarse en la vida burguesa hace más de un siglo Arthur Schnitzler, el dramaturgo y médico vienés en su obra LA RONDA.

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Nuestro corazón marcha a pedazos, a jalones, a fragmentos, donde siempre queda un resto de esa relación anterior comparándose con la nueva hasta que de pronto, en ese collar de esperas y desesperas, el amor tan anhelado, el tan temido y deseado, se reconoce tardío y se vuelve a él y es una ex ex ex y uno es un ex ex ex y no hay cómo esquivarlo y uno se alegra de poder entregarse a morir, hasta las últimas deseando no ser convertido en ex, saltando más allá del pánico al abandono, sabiendo que la vida y la muerte se besan como los párpados, en un abrir y cerrar de ojos y que el tiempo es breve y que las ansias crecen y las esperanzas menguan y alegra saber que se encontró lo que nos convierte en ex volátiles y nos vuelve sólidos y felices y eso da miedo pero hay que arrancar del miedo y fugarse hacia adelante.

Pero eso llega tarde si llega y cuesta atreverse a amar y por eso lo volátil se impone, es grato, portátil, garantizado, sin problemas aparentes fuera del vacío de fondo que captura y se transforma en estrés, depresión, búsqueda de emociones fuertes, confusión entre sexo y amor, en medio de una práctica erótica pobre que no recorre ya todo el registro desde la mirada al coito, sino que se queda en lo genital, asustados de la ilusión, de la pasión profunda, de ser del otro, de pertenecer, de abrir el corazón o lo que pueda llamarse así en tiempos materialistas que coquetean con temor con lo espiritual. Todo ex de pronto se cansa y quiere dejar de ser meramente ex.

A veces llega a tiempo, otras la vida se nos pasa y el encuentro certero, tan anunciado, tantas veces al lado de la mano, se posterga, se puede perder entre tantos rostros, tantos besos, tantos lechos, tantas puertas, tantos celulares, tantas llamadas equivocadas, tantas llamadas perdidas, y la melancolía abandona con el paso de los años ese amor joven y brioso que ya muy pocos se atreven a vivir.


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