Casi siempre mantengo la calma. Soy el hombro dónde recargar la cabeza de muchas de mis amigas, porque a pesar de que soy muy empática, rara vez me dejo llevar por lo emocional. Entonces puedo ser el oído que escucha sin juzgar o las palabras que no buscan nada más que hacerte sentir mejor.
Pero a veces me rompo. Y me rompo de tal forma que nada me consuela. No hay abrazo, palabra ni canción que pueda contra mis sentimientos. Cuando me pasa, lo único que puedo hacer es tirarme en la cama y esperar a que pase. Es tan terrible que a veces ni siquiera puedo salir a la calle a caminar, o hacer cualquiera de mis tareas cotidianas sin que se vuelva una escena dramática de una película de Sally Field.
La ropa me pica, me incomoda, me sofoca. Siento que el techo cada vez se acerca más a mí y me parece que las paredes respiran. Pero sobre todo, siento un hueco en el pecho. Y me imagino los tipos de dolor que pueden llevarte a sentir así. Tal vez así lloran las madres desconsoladas. Tal vez así se sienten las esposas de los que se van a la guerra. Algo está mal y no hay manera, al menos no una que se vea alcanzable, de cambiarlo.
Recomendados
Consecuencias de un beso no consentido: los años de prisión que piden para Luis Rubiales por caso Jenni...
Amaranta Hank denuncia que por ser actriz de contenido adulto absolvieron a Alberto Salcedo
“Ahí está pintada Colombia”: indignación por condena a la influencer Aida Victoria Merlano
Perder a un abuelo, la muerte de un amigo, separarse del ser amado. Esas tres cosas me han dolido más que si me atravesara el corazón una flecha hirviendo. De hecho, creo que lo preferiría.
Nada me consuela. No hay música, no hay sonrisas, no hay palabras… solo queda esperar que el corazón sane.