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India no es para todos (Parte II)

En el camino de regreso a Delhi, el tráfico es más lento, caluroso y bullicioso. Le pido al chofer que encienda la radio, y todo me parece surreal.

Esta es la continuación de India no es para todos (Parte I)

Antes de llegar, a través de los arbustos divisamos este sublime mausoleo de mármol, que tardó 24 años en construir el emperador Sha Jahan, como símbolo de amor eterno a su esposa, muerta al parir a su catorceavo hijo. No hace falta saber de arquitectura mogola, persa, india o islámica, que se funden en él, para caer abatidos ante su belleza. Hay filas para nacionales y extranjeros; y los precios, como en toda la India, también son distintos para los locales. Anita entra a un baño a ponerse el sari, ayudada por mujeres locales, que conocen la técnica para acomodarlo a su figura. La aplauden y ríen al salir. El calor la obligará más tarde a volver a su tenida, y los indios nos mirarán y pedirán fotos como si fuéramos celebridades. Nos pasará a lo largo del viaje en cada rincón turístico. Al comienzo es divertido, luego te compadeces de todas esas estrellas de Hollywood.

En Jaipur, ciudad capital de Rajastán, que significa “tierra de reyes”, sus mujeres se desplazan como princesas por avenidas de polvo y basura, rodeadas por edificios que susurran una época de gloria. Los colores son tan hermosos que uno se abstrae del hedor de esas murallas donde han orinado hombres por siglos y de esa pobreza endémica, que a ratos desarma.

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El simbolismo de las tonalidades, da para mucho. Así entonces, puede significar una casta, religión o un estado anímico, en ropas o accesorios, tanto en hombres como en mujeres. Las joyas, comos los brazaletes, o anillos en los dedos de los pies, son tradicionalmente usados por las mujeres casadas, quienes además tiñen de rojo la raya de sus peinados, ahí donde nace la frente.

Por la mañana recorremos el imponente Fuerte-Palacio Amber, sobre el lomo de un elefante. Su simpático conductor, quien lleva puesto un turbante de tonos naranjos y fucsias, se disculpa por la lentitud de “Lucky“, aunque apreciamos nuestra suerte de ver todo con más calma. Un guía nos explica cada detalle de este majestuoso edificio.

A Jaipur también se le conoce también como la “ciudad rosa”, por el color de sus casas en la parte antigua.  Por la noche comeremos sentados en el suelo, en una feria que rescata lo más típico de la zona, con bailes y fuegos artificiales. Antes de partir, nos detendremos en el impresionante

Palacio de la Ciudad, residencia de los descendientes del maharajá, donde además destacan interesantes colecciones de armas y vestimentas.

En el camino de regreso a Delhi, el tráfico es más lento, caluroso y bullicioso. Le pido al chofer que encienda la radio, y todo me parece surreal. Mi compañera duerme a mi lado, sin enterarse que junto a su ventana se acercan mujeres y niños a pedir comida. La escena se repite tanto que ya no duele ni inquieta, y siento culpa por ello.

En ese mismo instante, defino mi actitud para el resto del viaje: no comparar ni emitir juicios sobre sus costumbres, y eso cuesta al comienzo.

Pero debo prepararme para Varanasi, famosa por sus cremaciones a orillas del Ganges. Es difícil, pero de seguro el mejor consejo para quienes decidan recorrer India y disfrutarla como bien merece. Porque India sí es increíble y bella. De lo contrario, podría querer tomarse el primer avión de regreso a casa.

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