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El clásico desencuentro entre mujeres y hombres

Las dos posturas habituales para hablar de hombres y mujeres

Quisiera compartir con ustedes una pequeña  escena que se produjo durante la cena pre-año nuevo, que me parece deja de manera bastante evidente uno de los problemas más fundamentales de la relación que habitualmente establecemos entre hombres y mujeres. Si bien la escena es larga, me parece que ilustra de muy buena manera algunos de los principales puntos de conflicto que se dan entre hombres y mujeres. Por lo mismo, en esta columna solamente me quedaré en la descripción del caso, para entrar a analizarlo durante la próxima.

Pues bien, vamos a contar que pasó.

Durante la comida, por algún motivo que no recuerdo del todo, comenzó una discusión respecto a si era más simple trabajar con hombres o mujeres. Frente a esto, la respuesta de uno de los asistentes produjo un escozor y molestia absoluta entre las féminas presentes, que llevó a toda una discusión respecto al punto anterior. La respuesta de nuestro protagonista fue algo como lo siguiente:

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Me ha tocado trabajar en equipos en que son puros hombres, y otros donde son solamente mujeres y yo. Las mujeres al final son siempre complicadas, siempre andan raras, con cambios de ánimo, no saben lo que quieren o si lo saben de todos modos no saben pedirlo”.

Para ilustrar su punto, nos relató el siguiente episodio: “Mis jefas están todo el día hablando de que están pasadas de peso, de que hay que ponerse a dieta, de que no se puede comer azúcar o grasas y ese tipo de cosas. Además se ponen a alegar de que no entienden por qué si hacen dieta no bajan de peso, de que es tan difícil, que el metabolismo cambia con los años y después ya nunca vuelve ser el mismo, etc”.

Relatada hasta ese punto, a todos los que estábamos presentes no nos parecía en absoluto que lo que contaba nuestro amigo fuese algo extraño o incomprensible. Muy por el contrario, lo que los demás tipos que estaban presente comentaban es que esa era la conducta lógica que cualquier ser humano debería tener: Si consideras que estás con sobrepeso, bueno, te pones a dieta y haces deporte.

Sin embargo, la historia sigue y va produciendo dos polos de lectura que entrarán en conflicto: “Ahora, siempre después de hablar de la dieta y esas cosas, como supuestamente se están cuidando, pasa que dicen que van a bajar a comprar un café –que no engorda- con la intención de engañar al hambre. Ahora, obviamente no falla que cuando vuelven llegan con muffins, chocolates, dulces… los cuales se comen, y acto seguido comienzan a decir que no deberían haberlo comido, que la culpa acá y la culpa allá, etc”.

Como les decía, la anécdota relatada produjo dos efectos absolutamente dispares. Por parte de los caballeros la respuesta fue una airada discusión respecto a que las mujeres son “raras e incomprensibles”, mientras que en las mujeres presentes la respuesta fue un risa cómplice (probablemente algo de esa historia no les resultaba tan ajena), y el posterior asombro y enojo frente a la forma en que sus parejas reaccionaban frente a la historia de nuestro querido amigo, es decir, frente a la forma en que ellos enjuiciaban a las damas protagonistas de la anécdota. Es más, una de las señoritas presentes se defendió diciendo que si bien puede ser cierto que las mujeres son “más complicadas”, los hombres son “demasiado simples”, al punto en que muchas veces llegan a ser tontos.

Como pueden ver, es una escena habitual donde se sostiene una discusión habitual, donde aparecen esgrimidas las dos posturas habituales para hablar de hombres y mujeres, y donde queda como telón de fondo esta idea, que veremos si es tan cierta o no, de que existe un desencuentro fundamental, radical, entre los sexos.

¿Por qué ocurre semejante desencuentro? ¿Será efectivamente cierto? ¿Podemos de alguna forma sortearlo?

 

 

 

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