La verdad es que esto es algo que me pasaba cuando era adolescente, pero de todas formas, fue algo que volvió a ocurrirme hace algunos años.
PUBLICIDAD
Cuando tenía como quince años, recuerdo que estaba realmente enamorada de un tipo que tenía más o menos mi edad y que vivía cerca de mi colegio. De hecho siempre pasaba por la puerta de éste en bicicleta, todos los días a la misma hora y con su mismo uniforme de camisa celeste.
Mis amigas me decían que estaba loca porque todos los días- o casi todos- soñaba con este chico al que jamás en mi vida le había hablado y que ni siquiera sabía su nombre. Sin embargo, me había creado una especie de personaje en mi cabeza al cual adoraba.
Obviamente después me gustó otro tipo de mi colegio, algo más alcanzable y pude olvidar al “NN”. Lo divertido es que pensé que esto jamás me volvería a pasar y que solo era algo de la inmadurez de mis quince años, pero no fue así. Hace poco tiempo me pasó lo mismo con un tipo que veía todos los días caminar por la misma calle de otra oficina donde trabajaba. Era muy entretenido porque la relación-ficticia- entre ambos fue avanzando poco a poco.
Al comienzo solo lo miraba yo. Creo que llegó un punto en que él se sentía tan observado que también comenzó a mirarme. A medida que avanzaban las semanas, poco a poco ya nos sonreíamos y al cabo de algunos meses, ya nos decíamos “hola”, con una mirada nerviosa y rostro algo colorado.
Era raro, porque cada vez que salía de mi oficina como que me daba algo raro en el estómago y trataba de verme algo más atractiva.
Luego de un tiempo dejé de verlo. Quizás el se cambió de trabajo o de horario, pero simplemente se acabó el “romance” con el desconocido.
Y a ti ¿te ha pasado?