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Cuando la discriminación persiste

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No es novedad que las F.F.A.A de este país son machistas. Es lógico; hasta hace no demasiados años, sus miembros eran exclusivamente hombres, que se preparaban para la guerra (cosa de hombres) y que las mujeres eran simplemente Penélopes que los esperaban pacientemente y los sigan en cada traslado, o bien, como lo escuché de algúno que otro miembro de sus filas “las maracas del finde” o mujeres babosas por un uniforme dispuestas a divertirse con ellos.

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Así, corría el año 2001 o 2002 cuando llegaron a mi colegio unos modelitos de las Fuerzas Aéreas que, como tenían muy pocas compañeras mujeres, nos invitaban a la semana del cadete. Las que queríamos, nos subíamos a un bus y nos llevaban a la comuna de El Bosque. Capeo de clases asumido y hacerle barra en las competencias de atletismo (nunca vi a gente correr más rápido), un bailoteo poco en la fiesta donde nos dieron Lemon Stones y una cena formal que nadie nos dijo era de esas características.

Luego me habría enterado, con sorpresa y asco, que “antes invitaban a niñas de colegios del sector, pero que por respeto a sus compañeras, ahora habían ido a otro barrio” así con la discriminación, que no sólo se hacía con las mujeres y las clases sociales, sino también con la orientación sexual de sus miembros en Estados Unidos con la política “don´t ask, don´t tell”.

Las cosas han cambiado. Primero fueron los carabineros, luego el ejército, luego la Fuerza Aérea y finalmente la armada, quizá no fue en ese orden pero la cosa es que todas las ramas de las fuerzas armadas de nuestro país admiten en sus filas a mujeres. Y para ellas, no ha sido fácil. Porque hay algunos compañeros que lo ven como algo normal; mientras que otros, de familias tradicionalmente militares, perpetúan un resabio de discriminación hacia las mujeres.

Eso le ocurrió a la ex sub teniente del Ejército de Chile Marisol Vargas. Ella, como cualquier persona, tenía su pareja –un capitán también perteneciente a la institución- y se le ocurrió la idea de subir el tono de su sexualidad tomándose fotos íntimas, como muchas otras personas lo han hecho. Nada raro. Ella guardó las fotos en su notebook, en un archivo encriptado, y le puso clave.

Pero otras personas se metieron en él , vulneraron la seguridad de aparato y sacaron con un pendrive las fotografías que luego difundieron (algo parecido a lo que le pasó a la jueza televisiva Macarena Venegas). Las personas eran superiores de Marisol, a saber: los capitanes Sergio Valenzuela y Sebastián Campos y la teniente Viviana Cartagena.

Quienes habían realizado el robo y difusión de las imágenes no fueron en ese momento identificados; en todo caso,” la culpa no era de ellos” debieron haber pensado quienes tomaron la decisión, sino de Marisol, que fue desvinculada de la Institución, a pesar de que ella intentó por todos los medios de que eso no ocurriera. Se dijo que había sido “poco criteriosa”.

Ahora, la justicia toma su lugar y se condena a quienes efectivamente actuaron mal: los tres miembros de la institución que vulneraron el derecho a la privacidad e intimidad de Vargas a HARTOS  días de reclusión nocturna. Bien me parece. Se castigó una acción ilegal, ciertamente penca y ciertamente desubicada.

Es de esperar que poco a poco, ojalá más temprano que tarde, cambie la situación de las mujeres en instituciones mayoritariamente masculinas; que los superiores -que son quienes adentro, manejan todo, lo sabemos- se den cuenta de esto y que, como dice Marisol, esto nunca vuelva a ocurrir.

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