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El hada de los dulces

por mientras, la magia

Me gusta andar con dulces en mi cartera. Hace tiempo que no lo hago. Ahora tengo dulces de menta –que no son lo mismo- pero cuando se me acaben, compraré dulces ricos con envoltorio y andaré siempre con ellos.

También trato de andar con lápices y papeles. Siempre hay niños aburridos que están haciéndole un escándalo a sus papás y los puedes ayudar. También, voy a guardar pulseritas plásticas y collarcitos que nunca usé, y voy a hacer lo que me recomendó este sitio “Estaba buscando una princesa para darle este collar, y la encontré”.

Recuerdo a mi tío Bill. Él era un estadounidense casado con una hermanastra de mi abuela, que siempre andaba con terno  y con toffees en los bolsillos. Fue el más entusiasta cuando aprendí a leer, y siempre que los visitábamos, me hacía bromas mostrándome los diarios en inglés. Sólo cuando crecí me di cuenta de que haber sido teniente coronel de la fuerza aérea durante la guerra de Vietnam, y que murió teniendo permanentes pesadillas de sombreros cónicos seguidos de la orden de lanzar la bomba.

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Pero era un ser mágico con los bolsillos llenos de toffees.

No pretendo convertirme en un hada ni mucho menos, pero si puedo hacer una diferencia en el día de un niño, lo voy a hacer.

El otro día una amiga tuvo a su segunda hija. Y yo llegué ansiosa por conocer a la mayor. Fue a la primera que saludé y a la primera que entregué su regalo. Estaba feliz con un brillo labial de La sirenita. Ni se dio cuenta de que el regalo de su hermanita era más grande.

Cuando fui con mi prima a Perú, andábamos siempre con dulces. Cuando el bus se quedaba en pana, sacábamos los dulces. Cuando en las noticias mostraban accidentes desbarrancados, sacábamos dulces. Cuando los gringos ponían cara de espanto por el incumplimiento de los horarios, adivinen qué. Dulces. Obvio que había uno que nunca los aceptó. Y era muy enojado.

¿Qué pasará con los dulces?¿Qué maravillas genera en los cerebros?

Quizá no son los dulces en sí, sino la sorpresa que un desconocido abra su bolsa y te entregue algo sólo porque sí, es un poco la magia que nos falta en la sociedad. ¿Una flor en un fusil? Tal vez. Por mientras, los dulces. Por mientras, la magia de pensar en los demás.

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