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¡Hacerme la lesa no es mi opción!

Entre quedarme endeudada mirando lo que pasa o sacar la voz. ¡Obvio que hablar!

Estoy endeudada por ocho años más, no es que me haya comprado una casa o un auto, sino que quise estudiar a pesar de mi realidad económica -chilena de clase baja-. Mis cercanos me motivaron a ser la primera profesional de la familia, sentí el peso de la responsabilidad pero lo asumí y decidí tomarlo.

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No tuve acceso a una educación primaria privilegiada y tampoco fui la más matea de mi curso. La verdad es que si no fuera por el crédito de un banco, no habría tenido oportunidad de estudiar en la universidad el año que entré, sino haber esperado un par más debido a una inadecuada preparación, o quizás nunca haberlo hecho. Sin embargo, sabía lo que significaba para mí y mi familia que me graduara rápido. Así que eso hice. Con el tiempo me enamoré de mi carrera y hoy la ejerzo con mucha alegría y pasión. No seré Raquel Correa, pero sí intento aprovechar esta plataforma con la mayor conciencia posible cada vez que puedo.

Hoy soy espectadora e intento apoyar desde mi lugar de trabajo a quienes marchan por el fin del lucro en la educación chilena- petición que considero justa-. Mientras leo el Twitter, me sorprendo con la violencia que todo esto ha creado, si hasta on line podemos ser dañinos. Leí la columna en El Mostrador que escribió Simón Castro González, estudiante de Medicina de la Universidad de Chile, y producto de mi ignorancia, imbecilidad o ceguera -como me gritaron en la red social varios alterados- no comprendí la ironía que había en sus palabras. En mi defensa creo que fue porque he escuchado y leído a tantos que están en contra de lo justo para los pobres que ya nada me sorprende. Que una persona diga “No importa que la clase media sea explotada, que los pobres sigan pobres ni que los ricos lo sean aún más”, es una frase que odio pero que he escuchado sin ironía de parte de muchos.

Y luego escuchar al vocero de gobierno Andrés Chadwick decir que “Los estudiantes no son los dueños de este país”, me da más rabia ya que este país es de todos, incluso de los estudiantes. El problema es que acá la mayoría acepta ceder sus derechos a cambio del orden público. Mientras Chile sea un país donde se le pone el pie encima a las clases más bajas, la tranquilidad en las calles no sirvirá de nada.  Total, de igual manera te roban los bancos, las multitiendas, las empresas y hasta las entidades públicas.

Algunos me dijeron que no me meta en estos temas, que nada tienen que ver con mi público objetivo. En un momento pensé que podían tener razón. Un minuto después me di cuenta que no puedo subvalorar a los lectores y pensar que en realidad lo único que les interesa es la moda y la belleza. Todos somos dueños de Chile y estoy segura de que la gran mayoría si está preocupado por lo que pasa en la calle. Bueno yo les cuento que mi deuda universitaria me tiene atada de manos como para seguir estudiando, para viajar, para comprarme mi casa propia y muchas cosas más. Lo que me frustra bastante.

Voy a dejar fuera a los violentistas, a los jóvenes que se han dedicado a destruir los colegios, a los que adhieren solo para “pasarlo bien y capear clases” -como dicen algunos- ya que estoy segura que no es la mayoría. Aunque quiero que quede claro que no justifico la violencia. Me doy cuenta que por medio de  conversaciones en oficinas  no hemos logrado mucho. Me pasa que ya no sé qué es peor, si lograr la justicia para todos a cualquier precio incluida violencia extrema  o mantenerse sentado soportando la opresión de este sistema.

Debido a lo que vivo cada día, a lo que es una realidad para mis cercanos y para quienes no conozco pero que están haciendo lo imposible por conseguir igualdad, no puedo quedarme al margen y solo seguir escribiendo de quienes son los mejor vestidos según Vanity Fair, aunque no dejaré de hacerlo. Pero considero necesario que entre nosotras, las mujeres de Chile, exista un debate sobre la realidad y sé que ustedes están dispuestas a tenerlo. Así que las invito a que opinen sobre esto.

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