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Fui a Villa Grimaldi

Hace un par de meses que quería ir a Villa Grimaldi, porque tenía mucha curiosidad por saber cómo era y ver cómo habían podido transformar un lugar con una historia tan oscura en un parque por la paz, como se llama ahora. Además es parte de nuestra historia; ir a Europa a impresionarse con los campos de concentración y no querer ver lo que tenemos al lado, me parece ridículo, porque a estas alturas, independiente de la postura política que cada uno tenga, ya son innegables las atrocidades que se cometieron en este país, si hasta el mísmisimo Juan Emilio Cheyre, entonces Comandante en Jefe del Ejército, hizo hace algunos años un mea culpa, pronunciando su famoso “nunca más”.

Como el domingo era el Día del Patrimonio iban a hacer visitas guiadas por ex detenidos así que con una amiga quedamos en ir; después se sumó su familia.

Por si alguien no sabe o no lo tiene muy claro, Villa Grimaldi era un antiguo fundo de la comuna de Peñalolén, de la capital de Chile, propiedad de  Emilio Vasallo. Antiguamente había una gran casona donde funcionaba un restaurant. Después del golpe de estado, la DINA (Dirección de Inteligencia Nacional), presiona a su dueño para venderlo, para luego transformarlo en el centro de detención, tortura y desaparición que operó entre fines de 1973 y 1978, rebautizado ahora como “Cuartel Terranova”.

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Se calcula que alrededor de 4500 personas pasaron en algún momento por este lugar, de los cuales 236 fueron vistos allí por última vez con vida. Tras la disolución de la DINA a fines de los 70’, Villa Grimaldi se cerró y pasó a ser propiedad de la CNI (Central Nacional de Informaciones), la entidad que la reemplazó.

A fines de los 80’, fueron demolidas celdas, oficinas y demás lugares, con el objetivo de hacer desaparecer toda evidencia de lo que allí ocurrió. Tras el regreso de la democracia, la propiedad es recuperada y reabierta en 1997 con el nombre de “Parque por la paz Villa Grimaldi”. Finalmente en el 2004 fue declarado Monumento Histórico Nacional, siendo dirigido por una corporación sin fines de lucro que se encarga de promover los derechos humanos y reconstruir la memoria histórica del lugar.

La visita la guiaba una mujer joven que trabaja en el área de educación con los colegios. Primero nos mostró una maqueta de cómo era el lugar originalmente; destacando una antigua casona que sirvió de centro de operaciones de la DINA, las celdas, piezas de tortura, una piscina (donde también se practicó la tortura por inmersión) y una torre donde llevaban a los detenidos destinados a morir.

En realidad, costaba bastante imaginarse cómo fue este lugar en los 70’, porque no queda casi nada, pero los testimonios de dos ex detenidas fueron muy útiles. Primero una señora de unos 50 y tantos años, nos mostró el lugar donde alguna vez estuvieron las celdas de 1×1 metro y 2×2 metros, donde tenían a varios detenidos a la vez, sin luz y vendados las 24 horas del día y con un pequeño orificio para que entrara oxígeno. Ella tenía 21 años cuando la detuvieron por ser miembro del MIR.

Luego vimos el memorial donde están grabados los nombres de los más de 200 presos políticos que fueron vistos por última vez con vida en este lugar. Más adelante, otra ex prisionera nos contó de su experiencia; también era Mirista y había sido detenida a los 18 años, cuando tenía 3 meses de embarazo, permaneciendo más de 90 días en este recinto, junto a su marido. Ella nos mostró la temida “torre”, ahora reconstruida, pero con su piso original. A este lugar bastante estrecho, llevaban a los prisioneros que harían más tarde desaparecer, aunque de algún modo, quedaron sobrevivientes que contaron lo que allí vivieron e hicieron dibujos que hoy están en las paredes. En este lugar me pasó algo súper raro, porque sabía que era una reconstrucción pero cuando la mujer dijo que el piso era de verdad, miré hacia abajo y pensé “quizás qué cosa pasó en este piso y ahora estoy parada acá”, me empecé como a desesperar y quería salir pero no podía porque estaba muy adentro, había mucha gente y me tuve que calmar no más; la miraba a ella y pensaba: si ella puede estar acá dentro, como no voy a poder estar yo.

Después se permitía subir a los dos pisos de la torre, donde habían réplicas de las especies de perreras donde mantenían a los presos, pero no quise y me quedé abajo preguntándole cosas a la señora que era muy amable y alegre. Me contó que tras su paso por el “Cuartel Terranova”, estuvo en los campos de concentración de Tres y Cuatro Álamos, para, al día siguiente de su liberación, ser embarcada en un vuelo con destino al exilio en Venezuela. También me contó que había sido profesora de inglés en varias universidades pero que la habían echado de algunas de ellas por abrir la boca cuando no debía; por lo mismo había dejado la docencia, porque no podía enseñar sin contar.

Después de los testimonios, nos mostraron un jardín de rosas inaugurado hace unos años donde habían memoriales con los nombres de todas las mujeres desaparecidas que alguna vez pasaron por Villa Grimaldi, con un rosal en honor a cada una de ellas. La guía también nos contó que era común que los ex prisioneros recordaran que en el lugar había olor a rosas.

La visita terminaba con un vistazo a la “sala de la memoria” donde habían fotos y cartas de desaparecidos y una visita a un gran cubo a la entrada del parque, que en su interior guarda los restos de rieles de tren, encontrados en la bahía de Quintero el año 2004: Estos rieles fueron usados para amarrar  a los  cuerpos muertos para que  tomaran peso y se hundieran para siempre. Estos restos fueron donados a la fundación que dirige el parque y hoy están expuestos en este enorme cubo que en su interior se asemeja al fondo marino. Junto a los rieles, también fue encontrado el botón de una camisa, que también podía verse y que constituye una prueba concreta de que alguna vez un cuerpo vestido fue amarrado a uno de esos pedazos de fierro.

En esta visita aprendí varias cosas:

-Sabía que la mayoría de los detenidos eran muy jóvenes, muchos entre los 20 y 30 años, pero no sabía que también detenían a menores de edad. Una de las sobrevivientes comentó que para su primera detención tenía 16 años. Yo me pregunté qué cosas tan terribles puede haber hecho o qué información tan valiosa puede tener una cabra chica de 18 años como para ser sometida a torturas por tres meses, estando más encima embarazada.

-Tampoco sabía que los detenidos tenían que permanecer con los ojos vendados todo el tiempo para no identificar caras. Una de las señoras nos comentó que ella con una amiga frotaban las vendas para hacerlas más delgadas y poder ver.

-La guía nos contó que los sobrevivientes de este lugar coinciden en que muchas veces escuchaban niños jugando en la piscina que hasta hoy permanece en el lugar. Al parecer la villa también servía de lugar de esparcimiento para las familias de los agentes de la DINA que iban con sus hijos. También nos enteramos que en la misma piscina escondían a los presos y los cubrían con una lona cuando entidades de Derechos Humanos visitaban el recinto.

-Esto lo suponía, pero fue bonito corroborarlo: que hasta en las situaciones más miserables que el hombre pueda vivir, la humanidad siempre permanece y al interior de estos lugares también se forman amistades. Una de las mujeres nos contó que ella tenía un amigo con el que estuvieron tres días encerrados en una caja y olvidando el infierno en el que estaban, en un momento se largaron a reír tan fuerte que un guardia los escuchó; en ese momento los separaron.

– Aprendí que es muy poca la gente quiere hablar de lo que vivió. De todas las personas que alguna vez pasaron por Villa Grimaldi, sólo algo más de 200 dan testimonio ante la justicia y cerca de 30 trabajan en la fundación contando sus vivencias en visitas como ésta. Como comentó una de las sobrevivientes, esta es la prueba concreta de que la tortura hizo su trabajo y la mayoría de las personas sólo quieren olvidar. Ahí me pregunté si yo hubiese vivido lo mismo que ella, de qué lado sería, de los que callan e intentan olvidar o de los que cuentan, porque más allá de querer enseñar a la gente, el reabrir esas heridas, no puede sino ser desgastante y muy doloroso, por eso, además de agradecer que quisieran ayudarnos a entender, encontré que eran increíblemente valientes.

– También me di cuenta de que la gente no pregunta mucho. No creo que sea por falta de curiosidad, me imagino que no se atreven a hacer preguntas por miedo a escuchar algo terrible, pero encontré que era la oportunidad indicada para aclarar dudas.

– Que a pesar de toda la información a la que hoy tenemos acceso, siga habiendo gente que piense que aquí no pasó nada. Prueba de esto es que el mismo domingo en la mañana, el recinto amaneció cubierto de papeles blancos con el siguiente texto: “Villa Grimaldi es sólo patrimonio político no tiene nada que ver con cultura. Con lo que gastan aquí alimentan y visten a miles de niños huérfanos que lo necesitan de verdad y no malgastando dineros adorando muros y piedras falsas.” He aquí el link a la página.

Para terminar, sólo puedo decir que pesar de lo fuerte de la experiencia, vale completamente la pena; lo que ves y escuchas te pone a pensar y te queda dando vueltas lo que siempre es bueno para entender y darnos cuenta de que se haga lo que se haga, la memoria siempre queda y al final la verdad siempre sale a flote, como esos pedazos de rieles que intentaron sepultar en el fondo del mar para que nunca se supiera de lo que fueron testigos.

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