Muchas veces cuando llega alguien y se trata de incorporar de la peor forma, forzando las cosas, no logran nada porque no tienen espontaneidad. Esto suele ocurrir en todos lados ya sea grupos de compañeros de universidad, de pega o de carrete, alguien nuevo que llegó a la fiesta, pero aquella o aquel “aparecido” no deja de ir todas las fiestas de ese grupo. ¿Incomodidad? Claramente, pero se debe dar una oportunidad.
Es complicado, pero a pesar que soy una precursora de dar oportunidades, esta vez no pude defender a una chiquilla que se desubicó.
Recomendados
Consecuencias de un beso no consentido: los años de prisión que piden para Luis Rubiales por caso Jenni...
Amaranta Hank denuncia que por ser actriz de contenido adulto absolvieron a Alberto Salcedo
“Ahí está pintada Colombia”: indignación por condena a la influencer Aida Victoria Merlano
Les cuento. En celebración hace dos semanas, había una niña nueva. La había visto dos veces, no tenía mucha opinión sobre ella. El asunto comenzó a resaltar, cuando noté que ella a través de sus palabras buscaba aprobación, pero no una empatía por ciertos integrantes de nuestro grupo, era por todos. Triste, pero cierto. Hay que aclarar, se notaban sus ganas por buscar amigos, ¿pero es necesario forzar el proceso?
Distinto y un tanto más peligroso, es aventurarse a conquistar a tus compañeros de trabajo. No sólo es un sistema nuevo, un escritorio con otros lápices, también es convivir con otras personas y con sus costumbres como clan. A mí me ha pasado todas las veces que me cambiado de pega. Y la verdad es que es bastante desmotivante cuando nada resulta. Que no te inviten almorzar tus compañeros cuando recién llegas a una pega, algunas veces puede ser fatal.
¿Qué hacer? Si el objetivo es simpatizar, creo que lo mejor es seguir la corriente. Esperar, conocer, compartir. Ser confianzudo en estos casos puede ser un arma de doble filo, porque una cosa es buscar cariño y la otra es invadir el metro cuadrado de cada colega.
Y, ¿qué hacen ustedes para enfrentar estas situaciones?