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Hoy me desayuné con la terrible noticia del choque entre un furgón escolar y un bus del transporte público en el centro de Santiago. Mientras describían lo ocurrido el escalofrío no me dejaba respirar. Eran niños muy pequeños, víctimas de la irresponsabilidad de adultos. Una verdadera pena.
Según los antecedentes que se manejan hasta el momento la conductora del furgón no habría respetado un disco pare y ese sería el origen del terrible acontecimiento donde murieron dos niñas. Pero esto no es un hecho aislado, la semana una niña de tres años estuvo varias horas encerrada en su furgón ya que el conductor la olvidó. En esta ocasión no ocurrió lo peor pero ya es un tema que necesita urgentemente más fiscalización y sanciones que obliguen a los administradores de estos transportes escolares a cumplir la normativa existente que por cierto tampoco es tan rigurosa. Y también es responsabilidad de los padres asegurarse que este transporte sea seguro para sus hijos y que cuente con todas las medidas de seguridad necesarias.
Recuerdo que durante prácticamente toda mi educación básica me fui en furgón. Muchas veces el tío estaba atrasado y su velocidad no era muy segura que digamos. No teníamos cinturón, muchas veces el furgón estaba malo y nos pasaba a buscar en su auto donde nos subíamos todos apretados. Pero lo peor era que siempre éramos las primeras de la lista y andábamos más de una hora sobre el transporte, yo recién desayunada y con el estómago débil muchas veces vomité todo y mis compañeras de furgón se reían, pero después de tantas vueltas era imposible controlarse.
Fueron años horribles, pero mis papás no podían ir a dejarnos al colegio por sus trabajos. Definitivamente, el transporte escolar es un servicio totalmente necesario en el mundo que vivimos hoy. Por lo mismo deberían ser mucho más responsables ya que según la AChS 1.500.000 niños al mes utilizan este medio para llegar a sus colegios.
