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Cada vez que anuncian algún concierto de un artista que me gusta mucho, trato de comprar mi entrada con anticipación. No es que sea millonaria tampoco, pero siempre trato de destinar algo de dinero a financiar estos panoramas. Me encanta la música y creo firmemente que la mejor forma de apreciarla es escuchándola en vivo. Apenas compro mi ticket, la guardo en mi billetera y cuando llego a mi casa, le destino un lugar especial y escondido (¡nunca se sabe!)
Los conciertos que más he disfrutado han ocurrido en estadios, quizás se debe a la vibra del ambiente que entrega un lugar abierto. Bueno, también he disfrutado mucho algunos conciertos que he presenciado en el Teatro Caupolicán o en el Movistar Arena, incluso en el Teatro Nescafé de las Artes. En esa ocasión fui a ver a Damien Rice, quien me sorprendió gratamente con su show acústico en solitario. Al decir esto, me refiero a que en el escenario eran sólo él y su guitarra. Fue realmente conmovedor.
También disfruto mucho el ritual previo a un concierto. Me gusta elegir la ropa con la que iré, que tiene que ser muy cómoda si voy a cancha (la mejor locación para un concierto a mi parecer), las zapatillas más apropiadas para correr y un gorrito para protegerme del sol si es que voy a estar muchas horas antes en el estadio. También un bolso pequeño para guardar mi carnet, la entrada, algo de dinero y mi fiel cámara fotográfica. Como la fotografía es mi hobby, no podría dejar a mi fiel compañera en casa.
A pesar del cansancio que pueda sentir durante la espera, es rico tener esa adrenalina que provoca la expectación. He tenido suerte y nunca he sufrido mucho estando en cancha, ya que me las he arreglado para quedar justo en la reja. Es cierto que la multitud aprieta, pero al menos puedo respirar tranquila y no sofocarme entre ellos.
El momento en que apagan las luces, comienza el concierto y todos gritan, me fascina. Ahora me preparo psicológicamente para el concierto de U2 este 25 de marzo, banda de mis amores y a quienes veré por tercera vez en Chile. No me importa estar muchas horas esperando en el estadio, ni el calor que probablemente tendremos ese día, ni la sed en la tarde ni el frío terrible en la noche. Tengo la certeza de que será una experiencia inolvidable en todos los sentidos, como la mayoría de los buenos conciertos a los que he ido.
