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Vivir en pareja no es miel sobre hojuelas. Es bonito tener a quien amas a tu lado y verlo constantemente y poder hacerle cariño, escucharlo, etc. Pero el asunto del aseo de la casa es otra cosa: ahí no hay amor que valga.
La idea no es querer parecer una maniática sino vivir en armonía. Pero pareciera que la lógica nuestra es diferente a la de los hombres. Yo encuentro tranquilidad cuando llego a mi casa y está “impeque” sin loza sucia, con la cama hecha, el baño aromatizado con el líquido para el piso, la ropa dentro de los cajones, etc. Lamentablemente, mi pareja es feliz llegando a la casa, sacándose la ropa y viendo los mejores partidos de la liga española. Esa es su armonía y lo entiendo perfecto.
¿Pero qué hacer con el orden de la casa cuando no tienes nana? ¿Quién debe encargarse de hacer la limpieza del hogar? Al que le molesta, el que pone menos plata, ambos, el que tiene más plata debería contratar a alguien, el que desordena…
No hay nada que me cause más impotencia que llegar tarde del trabajo, con los pies hechos mierda por culpa de los zapatos con terraplén y tener que colgarme sobre el hermoso vestido animal print un delantal plástico para ponerme a lavar la loza que no he ocupado, sacar la basura, pasar un trapo al baño, ordenar ropa que no es mía que está repartida por toda la cama para poder finalmente dormir en paz, mientras “el gordo” lleva más de tres horas viendo TV.
Cuando les cuento esto a mis compañeros me dicen que debo ser insoportable en la casa, pero les juro que no es otra cosa más que exigir justicia. Lo mejor de la convivencia obvio que es el sexo a la hora que quieras, pero también la comunicación y los acuerdos. Y yo no recuerdo haber dicho jamás que sacaría siempre los papeles del baño cuando me embarqué en esta nueva vida.
¿Cómo hacer para ponerse de acuerdo en estos temas que paresen tan caseros y sin relevancia pero que de verdad me amargan la existencia? Eso es otro asunto importante, porque lo cotidiano y los detalles para nosotras son tan fundamentales y para ellos es un sin sentido, un asunto que pasa sin pena ni gloria por sus vidas.
Creo que pedir un mínimo de cooperación es válido, pero a veces los hombres no lo comprenden. Bueno; por algo dicen que ellos son de Marte y nosotras de Venus.