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Sigo de vacaciones… aún

Días soleados mirando el mar.

Llevo ya una semana con el Pacífico frente a mi vista durante buena parte del día. Esto, porque me despierto (nunca de las diez) y veo el mar desde mi ventana. Preparo el desayuno para mí y Sofía… mirando el mar desde la cocina. Desayunamos en la terraza, obviamente, mirando el horizonte. Y luego nos pasamos buena parte de la jornada alrededor de la cocina y el quincho –que están prácticamente pegados- con una inmejorable vista al océano.

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La verdad es que estos días de descanso han resultado incluso mejores de lo que me esperaba. He dormido bastante, me he pasado leyendo por horas sin que nada ni nadie me interrumpa, he parrillado acompañado de gente simpática, he bebido y –lo más importante- mi hija lo ha pasado increíble. Debo reconocer que en algún momento pensé que Sofía podría llegar a aburrirse vacacionando conmigo, pero afortunadamente no ha sido así. Y esto se debe, fundamentalmente, a que la pareja de la casa del lado tiene un hijo casi de su misma edad con el que se pasan todo el día dando vueltas por las dos casas.

Escribo esto desde un café de Viña del Mar. Resulta que me quedé corto de algunos elementos de primera necesidad como leche para Sofía, mis cigarrillos, algo de vino, fruta, carbón (muy importante) y bloqueador solar. Por lo mismo, decidí dejarla encargada por un par de horas y venir a esta ciudad, que por estos días se ve con un movimiento vehicular que poco tiene que envidiarle a Santiago, cosa terrible para mí, porque no suelo conducir (vengo en el auto de mis vecinos de vacaciones) y menos me esperaba este nivel de atochamiento en medio de mis vacaciones. Pero bueno, sólo será por un rato, lo mismo que el usar zapatos, por primera vez en una semana.

La pasada por el supermercado afortunadamente fue rápida. Al parecer, acá en Viña las compras se hacen más tarde. Sin embargo, al conectarme a Internet acá en el café reconozco que me ha traumado un poco. Mal que mal, lo llevé a las vacaciones sólo porque tengo mucha música dentro y ahora –que por primera vez me conecto- la cantidad de correos sin abrir es un poco abrumadora. Además, me imagino que me pasará algo similar con las llamadas perdidas cuando encienda mi teléfono celular, que ya lleva una semana guardado en un bolso. ¿Noticias?, ¿Festival de Viña?, ¿Fútbol? Nada. No tengo idea lo que ha pasado con eso, porque la casa en que estoy descansando no tiene televisión y tampoco llegan los diarios. Y claro, ni loco ahora me pongo a revisar la prensa por Internet. Ya habrá tiempo, durante el año, para estar a tope de prensa e información.

Bueno, disculpen que sea breve, pero la verdad es que sólo quiero terminarme el café, pagar y desconectarme nuevamente hasta el fin de semana, cuando regrese a Santiago. No quería tomarme vacaciones, pero la verdad es que estos días de asueto en compañía de mi hija me han venido de maravilla. Ojalá pueda repetir estas rutinas junto a ella más seguido.

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