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Comienzan las clases y aún ni salgo de vacaciones

Los uniformes escolares ya están en las vitrinas cuando los niños aún no disfrutan de sus vacaciones.

Carolina Ramone es una amiga de Belelú de tan solo 14 años. Se declara fanática de la música, la fotografía y todas las ramas del arte. Nos ha hecho llegar esta columna en donde nos cuenta el negativo efecto que ha tenido en ella el ver, cuando recién parte su verano, que ya hay vitrinas con uniformes escolares.

Cuando uno va en esta época del año al mall a darse una vuelta, a comprar algo o para acompañar a una amiga; lo primero que uno ve en las escaleras mecánicas son esos maniquíes blancos, bien peinados, con…qué creen:

¡UNIFORMES! No saben cómo se me aprieta el estómago al verlos y pensar: -Puchaaaa que es corto el verano, se me viene encima marzo.

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Y claro, sufro. Porque sé que unos días después de sufrir este shock visual, mi papá me llamará para decirme:
-Caro, vamos al mall a comprar las cosas del colegio. Y ahí ya muero (reiteradas veces). ¡Es TERRIBLE!

El estar ahí probándote jumpers que nunca te quedan como tú quieres, porque les falta la basta, hace que uno diga:
-¡Pero mira, parezco monja!

Y uno obviamente se va aburriendo, de sacar el jumper, poner el jumper, sacar el jumper y volver a poner el jumper. Para más remate te piden buena cara, para probarte cosas que a ti no te gustan. Pero, ¿Quién va a estar feliz PROBÁNDOSE UNIFORMES DE COLEGIO EN ENERO? El colegio, El lugar donde los profes (a mi parecer) son amargados y pocos tienen vocación.

Pero, afortunadamente, al final de esas tortuosas tardes me quedo tranquila. Porque mi padre me termina invitando a comer un gran helado al patio de comidas y sé que llegaré a mi casa a esconder toda esa ropa en el último rincón de mi armario, para después tomar mis maletas e irme rumbo a mis merecidas vacaciones.

¿Pero saben algo? Ya, si no es tan terrible ir al colegio, porque al fin y al cabo, es tu segunda familia, tus compañeras, con las que pasas más tiempo durante el año, las que te sacan sonrisas, llantos y enojos; pero después otra vez sonrisas…

Pero igual ¡Odio comprarme ropa de colegio en verano!

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