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Colegio mixto, bilingüe y laico, ¿Es mucho pedir?

Al parecer sí es mucho pedir.

Aunque mi hija Sofía asiste a una pequeña escuela que queda cerca de la casa de su madre, Victoria, tenemos claro que no podrá seguir estudiando ahí por mucho tiempo. De hecho, el colegio solo tiene hasta sexto básico y ella ya está en tercero. Además, nosotros queremos que pronto pueda cambiarse a un lugar donde, si todo sale bien, siga su educación hasta completar la enseñanza media.

Pero no me es nada fácil escoger un nuevo colegio para ella, porque junto a su madre tenemos muchos factores que considerar antes de tomar esta decisión. En mi caso, estudié la mayor parte de mis años de colegio en un establecimiento católico, con curas y sólo para hombres. No me fue tan mal, pero me parece que a estas alturas del partido un lugar así no es el mejor para educar a un niño o una niña.

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Por el lado de Victoria, ella estudió en un colegio mucho más liberal, lleno de hijos de exiliados que a contar de los años ochenta comenzaban a regresar a Chile. Tampoco era un mal lugar, de hecho me parece que era de lo mejorcito donde se podía estar por esos negros años de dictadura. Pero aún así, era un gueto. Y los guetos siempre son malos. Queremos algo más diverso para nuestra hija.

Con todos estos antecedentes, Victoria y yo tenemos algunas cosas claras. O sea, por lo menos sabemos que no queremos enviar a Sofía a un colegio religioso como el que yo fui ni a uno tan poco diverso como al que fue ella. De este modo, acordamos tres requisitos indispensables para considerar que un colegio es una alternativa para la educación de nuestra hija. Este debe ser mixto, bilingüe y mixto.

Con estos puntos en mente ya llevamos un tiempo viendo opciones, porque queremos que el próximo año sea el último de Sofía en su actual colegio (más grandes los cambios son más difíciles, pensamos). En honor a la verdad, no nos ha sido tan difícil encontrar colegios mixtos y bilingües que nos interesen. Sin embargo, en lo que siempre topamos es que la mayoría de los colegios buenos de Santiago son dirigidos por alguna congregación religiosa. Y, peor aún, por lo que he podido averiguar durante estos últimos meses, los que son propiedad del Opus Dei o Los Legionarios de Cristo crecen y se multiplican. ¡Horror!

Así las cosas, nuestras opciones de colegio que realmente encontramos satisfactorias se han reducido a tres. Tres establecimientos que son bastante caros (ese tema da para una columna aparte) y entre los cuales tendremos que elegir depositar toda nuestra confianza para que velen por el destino educacional de nuestra hija. Suena a tragedia y, de verdad, lo es un poco. Básicamente, porque uno esperaría que en una ciudad grande las opciones fueran muchas más y –por ende- diversas. Pero no, parece que aquí en Santiago (y probablemente en todo Chile) si quieres asegurarte una buena educación para tus hijos debes darle esa misión a Jesuitas, Luteranos, Maristas, Salesianos, Legionarios o monjas varias. ¡Por favor!

Otra opción sería un colegio fiscal, y créanme que lo hemos pensado. Pero resulta que los que de verdad nos parecen buenos, no son mixtos. Por lo mismo, rápidamente han dejado de ser opción. Y así estamos, metidos en una tremenda duda. Y eso que aún ni siquiera hemos ido a esos colegios que nos interesan a preguntar por los requisitos de ingreso y el proceso de postulación. ¡Lo que nos espera!

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