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Esa tontera de Halloween

Nuestro soltero empedernido se niega a celebrar una fiesta que según él es una soberana estupidez.

Debe ser porque la moda a Chile llegó cuando yo ya estaba grande, o porque simplemente esto de las fiestas paganas –y también las religiosas- a mí no me van ni me vienen. Más allá de la razón específica de esto, el asunto es que me niego tajantemente a celebrar Halloween este domingo. O sea. No compraré dulces para regalar a los niños que viven en mi edificio y que de seguro andarán hinchando las bolas esa noche hasta quizás qué hora. Y menos iré a alguna de las fiestas de disfraces que me han invitado. Simplemente me niego, porque además de falso, aburrido y hasta malo para la salud de los niños (por tanto dulce que les dan), me parece que celebrar Halloween –al menos en Chile- es una soberana estupidez.

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Por razones que no vienen al caso explicar, me ha tocado pasar un par de veces esta fiesta en Estados Unidos. Es cierto, allá la gente celebra este asunto con entusiasmo. Los más pequeños salen a visitar las casas de sus vecinos con el conocido “Trick or Treat” y los más grandes aprovechan de armar fiestas de disfraces o algún otro tipo de reunión en que se pueda beber, bailar y pasarlo bien. Ahora bien, a pesar de la potencia de Halloween en Estados Unidos –al menos en lo que me ha tocado ver- siempre queda algo de comprensión para quienes no desean participar de esta fiesta. De hecho, en muchos lugares existe una suerte de pacto no escrito en el que si uno mantiene la fachada de su casa a oscuras, esto significa que no participa de esto y que –por lo mismo- se agradece que no llamen a su puerta. Repito, hasta donde me ha tocado ver a mí, la cosa se respeta.

Sin embargo, en Chile la cosa es diferente. He estado en mi departamento en Santiago y también en provincia para esta fecha y la verdad es que cuesta que a uno lo dejen en paz. Porque apenas comienza a caer la noche, grupos de niños y no tan niños empiezan a golpear la puerta pidiendo dulces. Y digo golpear, porque eso es lo que hacen si uno no los pesca. Te agarran a patadas la puerta y hasta te echan un par de garabatos. Una vez más, no digo que esto es lo que pase en todo Chile, pero al menos es lo que me ha tocado ver, en distintas partes, y desde hace ya varios años.

¿Qué haré este domingo 31? Bueno, mi hija sabe que yo no celebro esto, así que se quedará en casa de su madre y saldrá a pedir dulces con sus primos y amigos a las casas vecinas. Por otra parte, la mujer con la que estoy saliendo (la que le gusta ir a los moteles) está fuera de Chile por trabajo. Y como dije antes, no tengo intención alguna de ir a una fiesta de disfraces, ni en Halloween ni nunca. Así las cosas, me parece que esa noche me quedaré en casa viendo algo en la televisión y tomándome unos tragos. Tendré la luz apagada y no pienso abrir la puerta. Ahora, si algún niño insiste con patear la puerta en busca de dulces, saldré y le regalaré unos yogures vencidos que me parece tengo en un rincón del refrigerador. Esa será mi travesura.

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