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¿Por qué nos enamoramos? ¿Es patológico?

Nos inventamos al príncipe azul.

-El psiquiatra sirio Hagop Akiskal, le dijo a Clarín que continuar en el estado de enamoramiento por más de seis meses puede ser patológico: que llegamos a un estado similar a la depresión, el desorden bipolar o el obsesivo compulsivo. Esto lo afirma después de estudiar desórdenes psiquiátricos durante 30 años.

Los síntomas del enamoramiento son muy parecidos a los de pacientes obsesivos compulsivos, porque en ambos casos los niveles de serotonina (un neurotransmisor del sistema nervioso) son similares y eso provoca que el enamorado no pueda dormir, no se concentre en otros temas y que esté obsesionado con quien lo cautivó. Lo normal es que ese amor dure sólo unos meses, si continúa se sufre mucho, a pesar de que pueden continuar con quien aman.

¿Cómo surge ese enamoramiento? ¿Por qué nos volvemos locos por alguien más?

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El olor de la otra persona es fundamental, por eso la industria de los perfumes, aunque traten de hacer que nos enamoremos de quienes usan sus fragancias, en el fondo lo que hacen es camuflar a la persona, así no sabemos exactamente con quién estamos. Qué mejor que oler a tu pareja y enamorarte de eso, no de una marca, sino que de su transpiración. Las feronomas liberan un olor que no notamos, pero que es afrodisíaco.

El amor es pura química: mil millones de capilares de nuestra cara se dilatan y se llenan de sangre, eso provoca enrojecimiento y por lo tanto el otro nos ve más bellos que antes y la gente también nos dice que estamos más lindos que antes de conocer a nuestro enamorado. La dilatación de las pupilas y nuestro pulso acelerado también nos delatan, pero las feniletilamina no duran por siempre y, tal como una droga, siempre vamos a necesitar más para revivir ese estado tan especial.

Para los psicoanalistas significa que idealizamos al otro

Ellos dicen que la biología de nuestro cuerpo no tiene que ver con lo que sentimos cuando nos enamoramos. Señalan que en realidad estamos siempre buscando al amor de nuestra vida y que cuando por fin encontramos a alguien que se ajusta a nuestro príncipe azul, entonces nos enceguecemos y enamoramos de nosotros mismos en ese estado y no tanto de la otra persona.

Por eso explican que para que alguien se enamore, debe necesariamente haber pasado por una espera, por una ilusión de encontrar al adecuado. Esa búsqueda con los ojos, que muchas veces nos lleva a nada, hace que cuando nos encontremos con nuestro “verdadero amor” (el que creemos que lo es) suframos a la hora de la separación porque nos sentimos incompletos sin él y ya no lo podemos dejar escapar.

Eso también dura sólo unos meses, hasta que nos damos cuenta de las diferencias que tenemos con él y lo miramos por fin sin corazones en los ojos. En ese momento comprendemos el narcisismo de nuestra elección: lo elegimos porque se parece a eso que extrañamos y amamos de la infancia o de nuestros padres, por ejemplo. Ahí nos damos cuenta que él es tan normal como cualquiera y revivimos nuestro interés en nosotros mismos y volvemos a ver al otro como eso: un “otro”.

Es justo en ese punto cuando debemos determinar cómo seguirá la relación: puede ser que ambos se desilusionen porque no pueden seguir sin la imagen idealizada y perfecta del otro porque cuando comprenden que en realidad son normales se nos desmoronan. Entonces empieza una nueva búsqueda del ideal, que por supuesto encontramos nuevamente (porque nos inventamos a las personas y decidimos cómo queremos que sean) y que dura también hasta que la ilusión se acaba.

O pueden luchar por mantener la relación, independiente de que el amor adolescente de los primeros meses haya aterrizado, igual se aman, pero no necesitan decirlo cada dos segundos. Aprenden a compartir con este otro real, aceptan sus debilidades “ocultas” de los primeros meses y siguen adelante. Ahí sí pueden afirmar (o llegar a pensar) que aquel que escogieron es el amor de su vida.

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