Siempre he sido fanática de las grandes divas del cine clásico como Bette Davis, Joan Crawford, Greta Garbo, entre muchas otras que dejaron su marca y representaron papeles que rompieron esquemas en su época.
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No eran las típicas mujeres débiles e inocentes sino al contrario muy seguras de sí mismas se valoraban sobremanera e incluso competían de frente con los hombres. No tenían miedo a vivir la vida como se les antojara e ignoraban las terribles críticas y rumores de lesbianismo o prostitución debido a su estilo.
Son mujeres con poder que no le temen a nada y que están dispuestas a todos. Justamente, existe un documental llamado “Mujeres liberadas” (Complicated Women) donde la mismísima Jane Fonda relata la vida y la revolución que realizaron estas mujeres en el cine y la sociedad en la década del ’30. Años dorados ya que la libertad de creación y producción permitía que estas historias salieran a la luz en la gran pantalla.
Lamentablemente en 1934 a 1967 se creó el Código Hays que enumera lo que se podía o no producir en Hollywood, siendo un listado muy conservador. Algunos de los puntos hablan del matrimonio y el mensaje liberal sobre la mujer. Por ejemplo:
Los géneros de vida descritos en el film serán correctos, tenida cuenta de las exigencias particulares del drama y del espectáculo.
El carácter sagrado de la institución del matrimonio y del hogar será mantenido. Los films no dejarán suponer que formas groseras de relación sexual son cosa frecuente o reconocida. El adulterio y todo comportamiento sexual ilícito, a veces necesarios para la intriga, no deben ser objeto de una demostración demasiado precisa, ni ser justificados o presentados, bajo un aspecto atractivo.
Es así como productor de este código se puso freno a las mujeres liberales. Pero sus historias quedaron en la retina de los espectadores.