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El reencuentro con la inocencia

Date la oportunidad de volver a explorar el mundo desde los ojos donde todo era bello.

Hoy es un buen día para encontrarte con tu niña interior. Escuchar a esa vocecita dulce que se pierde entre todo el ruido de afuera y de nuestra mente adulta. Es momento de reconciliarte con ella, abrazar su inocencia y abrir el álbum de los recuerdos para repasarlo juntas.

Recuerda tus primeras veces; tus primeros pasos, juegos, miradas, sonrisas, lágrimas, preguntas y experiencias. ¿Por qué llorabas? ¿Qué te dolía y desesperaba? ¿Qué te asustaba y quién te defendía? Date la oportunidad de volver a explorar el mundo desde los ojos donde todo era bello.

Qué diferente se ven las cosas ahora. Casi todo lo que parecía divertido se convirtió en lo más aburrido y tonto. Eso de ser adulta y tener responsabilidades le resta un poco de encanto a la vida. Hace tiempo que no descubres algo nuevo, que no te maravillas de lo que haces. Hoy es más fácil sentir pena, lástima y miedo por lo que sucede a tu alrededor, cuando antes te causaba risa y llanto.

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No te culpo, crecer no es fácil, y despedirte de aquella inocencia tuya es un duelo que nunca termina de doler. Hoy eres el resultado de todos los pequeños pasos que dabas de la mano de tus padres y que después se convirtieron en zancadas porque ya había algo que alcanzar. Hoy es un buen pretexto para olvidarte de aquello que espera por ti y te exige seguir corriendo.

Recuerda la sensación de caminar descalza, sin maquillaje y despeinada, de la tierra en tu cara por tanto jugar, de comer con las manos y olvidar la importancia de coordinar tus prendas al vestir. Porque cuando eras pequeña, lo importante era correr, jugar y reir hasta terminar agotada en tu cama.

Cambiaste el juego por el silencio y la soledad, las risas por las órdenes y correr ahora es solo por deporte. Aunque sigues siendo feliz, reconoces que te da por dejarte al último en tu nueva lista de prioridades. Verte bien, comer sanamente, hacer ejercicio, levantarte temprano, trabajar y utilizar tus tarjetas, son tus nuevas actividades preferidas.

Dejaste de soñar porque perdiste la capacidad de creer que todo es posible. Decidiste que las ilusiones sólo te decepcionan cuando te rompieron el corazón por primera vez, pero en tu interior sigues anhelando reencontrar el amor en su forma más pura y desinteresada.

Siendo honestas, la superficialidad agota, quedar bien y sonreír ante todo te conflictúa. Extrañas sentirte en casa; cuando te enfermas, cuando quieres hacer un berrinche, cuando te hartas del mundo y no entiendes nada de lo que pasa, lo único que quieres es volver a ese lugar en donde todo se arreglaba cuando eras niña, tu lugar favorito.

Estar sola era lo mejor que podía pasarte, todo un pacer el arreglártelas tú sola cuando mamá y papá tenían que salir de casa. Nunca necesitaste al montón de gente del que dependes ahora. Tu apego más fuerte era con una muñeca o algo así.

Cantabas y bailabas sin pena, el espejo no era un problema y los niños fueron tus grandes aliados y cómplices en todas tus ocurrencias.

De pronto llegó la pubertad y luego la adolescencia, y así hasta hoy. Experimentaste la libertad y lo agradable de sentirse bella, empezaste a comprender el amor y el sentido de la amistad. Poco a poco descubriste que la inocencia era cada vez más boba y la arrinconaste. Pero no pasa nada, porque siempre será un buen momento para asomarse tantito a verla, ell sigue ahí manifestándose de mil maneras casi impercetibles.

Qué bonito saber que sigue existiendo, que sigue manteniendo en tu vida las emociones en su estado más puro. No dejes de visitarla, ni regalarle un poco de tiempo, que es lo que más aprecia. Disfruta mientras viva en tu interior y cuéntale a esa niña cómo ha sido tu vida desde entonces. Pídele un consejo, pregúntale qué haría en tu lugar y te aseguro que volerá a ti el asombro de aquellos tiempos.

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