Una vez me había cuestionado por qué existen personas que con tal de conseguir sus propósitos recurren a las mentiras, en ocasiones innecesarias e incómodas. Otras veces me reprochaba por sentir más pena yo cuando alguien no hablaba con la verdad, porque si resolvías desenmascararlo debías secundar el juego o entrar en ese ciclo donde el otro no deja de negar lo evidente. El resultado era sentirme incompetente por no bajarme de mi pedestal de honradez.
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A juzgar por los resultados de un estudio reciente, se aclaró mi duda del por qué como mujeres en algunas negociaciones o servicios recurrimos como última instancia a hacernos acompañar de un hombre para ser menos susceptibles de un abuso comercialmente hablando: porque a ellos les mienten menos y porque las mujeres somos percibidas como más fáciles de engañar.
La investigación realizada por las Universidades de California y Pennsylvania consistió en que hombres y mujeres desempeñaran el rol de vendedores o compradores simulando una negociación y alternando el papel. Concluyeron que a las mujeres se les mentía más e incluso los hombres lo admitieron, básicamente por tres percepciones que detectaron:
- Las mujeres son fáciles de engañar
- Las mujeres son incompetentes en los negocios
- Las mujeres son cordiales, y respecto a eso las investigadoras Laura J. Kraya y Alex B. Van Zanta explican:
La cordialidad hace que disminuya su resistencia a ser engañadas porque confrontar directamente su decepción puede considerarse de mala educación.
A esto se suma la idea de que ellos consideraban también que ser descubiertos en sus mentiras por un hombre implicaba serios problemas, en cambio una mujer “es más sensible y no humillaría públicamente a la persona que le mintió”
Eso dice el estudio, pero ¿qué dicen ustedes?