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Guerra de sexos

Dedicado a las mujeres que empezaron a luchar por la inclusión social y terminaron haciendo una guerra contra los hombres, y contra ellas mismas.

En un país como el mío —México— la lucha por la igualdad parece una necesidad común, casi una obligación. En el tema del “movimiento feminista” hay mucha confusión; o distorsionamos el término, o no hemos sabido pedir las cosas, o no nos han querido escuchar. O todas esas al mismo tiempo.

En algunas mujeres más bien parecen gritos de desesperación manifestando su inconformidad. Incluso a veces, han decidido emprender tareas desgastantes que implican dejar a sus familias y abandonar sueños para ir en búsqueda de otras mujeres que quieran unirse a este movimiento.

Admiro a las mujeres que defienden su lugar, sé que ha sido un proceso largo para que en una sociedad tan cuadrada y donde el machismo sigue ponderando en los hogares de muchas familias, las mujeres sean respetadas y reconocidas como individuos capaces de responsabilizarse y sacar adelante asuntos que antes solo eran tarea de los hombres. Aunque a nivel cultural aún hay trabajo por hacer.

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El asunto es que han resaltado también grupos de mujeres radicales que han llevado al extremo este movimiento con una serie de contradicciones que desvían el propósito fundamental, convirtiéndolo en una guerra de sexos, y que más bien las proyectan como mujeres resentidas con la vida. 

Inclusión, no equidad

Apoyo la inclusión de la mujer en lo laboral, en la política, en los debates sociales, incluso en la iglesia. Voto a favor del respeto y las oportunidades de desarrollo espiritual, profesional y personal de cualquiera de nosotras.

Pero si hablamos de equidad la cosa cambia. A veces parece que no sabemos qué es lo que estamos pidiendo y el “cómo” lo hace todo más complicado. Reclamar una igualdad de derechos es lógico, lo absurdo es competir con los hombres por un lugar que, naturalmente, no podemos tener.

Sexo débil vs. sexo… ¿fuerte?

Reitero mi voto a favor del respeto entre ambos sexos, y también puedo reconocer mi fragilidad y vulnerabilidad como mujer, que sigue siendo mayor que la de cualquier hombre caminando solo por la calle en la noche, y ni se diga si decido enseñar algo de piel. Y esto no tiene nada que ver con la debilidad. No creo en las mujeres que no reconocen sus límites con tal de mantenerse en la pelea, y tampoco creo en las mujeres víctimas que sacan ventaja de su fragilidad para llamar la atención de los hombres.

El traje de Supermujer

En pláticas, el 70% de las mujeres terminan gritando molestas una serie de argumentos de por qué ellas deberían ser reconocidas, aplaudidas, valoradas, etc. Me parece que muchas mujeres han vivido resentidas y enojadas con la vida por situaciones específicas y difíciles que les tocó pasar. Pero de los casos que conozco, algunas han tomado un papel de guerreras que lejos de buscar un equilibrio buscan la guerra, señalando a los hombres (todos) como seres despreciables e innecesarios.

No necesito ser una psicóloga estudiada para darme cuenta de que detrás de un “todos los hombres son iguales” o “no necesito un hombre en mi vida” hay una mujer resentida.

Estos son los extremos; grupos que predican la autosuficiencia como algo que las hace superiores a los demás. Quizá una vida en pareja no sea el ideal de toda mujer actualmente, pero hay una gran diferencia con el rechazo a los hombres de tal manera que ni siquiera puedan convivir pacíficamente con ellos.

La extinción de los caballeros

Es curioso cómo a veces son ellas mismas las que se quejan de que ya no existen los caballeros. ¡Y cómo no! Si van por ahí diciendo que no los necesitan. Con su traje de supermujer, se olvidan de las consecuencias, y bien dicen por ahí “ten cuidado con lo que deseas”.

Me parece un gesto lindo que sea él quien cargue las cosas pesadas, que me abra la puerta del auto, que me ayude a cambiar la llanta del coche, o pague la cuenta.

No porque yo no pueda hacerlo, a veces lo hago, sino porque la naturaleza del hombre por resolver, proteger y proveer sigue siendo necesaria para cualquier relación hombre-mujer. Y nuestra naturaleza de sensibilizar, organizar y prever también es necesaria.

La contradicción

No soy indiferente ante todos los hechos que han marcado a las mujeres a lo largo de la historia. Como lo dije al inicio, aún hay mucho por hacer, pero quizá el método que se está empleando no es el mejor. Tenemos límites sociales que no permiten que este movimiento fluya con prudencia, provocando a las mujeres tomar acciones severas para ser escuchadas.

Por otro lado, aún hay mujeres temerosas, inhibidas y sometidas, dispuestas a pagar precios altísimos que atentan contra ellas física y emocionalmente con tal de no terminar desamparadas, y con esas inseguridades arrastran a los hijos y la familia completa. También tenemos a las que adoptan el papel machista, y actúan como enemigas de su propio género, excluyendo y señalando a otras mujeres. En fin, hay de todo.

Aquí lo interesante es averiguar cómo podemos mantenernos en la línea del equilibrio, saber qué queremos exigirle a la sociedad y cómo se lo estamos pidiendo. Sin extremos, sin agresión, y sin excluir a los hombres, ellos juegan un papel fundamental en esto. Y claro, ¡los queremos de nuestro lado!

Gracias por ser, estar y compartir.

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