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Reforma Energética en México, el petróleo de la discordia

“El petróleo fácil se está acabando en México y en todo el mundo”, sostiene el resumen ejecutivo de la Reforma Energética.

Entender la dependencia de México al petróleo es entender su historia. Desde que el General Lázaro Cárdenas decretara la expropiación petrolera en 1936, este recurso se ha convertido en más que una fuente de energía; es un tema de soberanía nacional, manejado en el inconsciente colectivo como un signo de independencia.

La administración del presidente Enrique Peña Nieto ha puesto sobre la mesa una Reforma Energética con la que han coqueteado (al menos) los últimos cuatro mandatarios del país, desatando una discordia que va desde la dependencia desmedida de México a los combustibles fósiles hasta las alternativas en energías renovables para el futuro de la nación.

¿Qué sostiene la Reforma Energética?

La Reforma Energética se centra en dos puntos:

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  1. Permitir que las empresas privadas complementen la inversión en Pemex mediante contratos para exploración y extracción del petróleo y gas.
  2. Permitir que las empresas privadas participen en la refinación, transporte y almacenamiento de hidrocarburos bajo la regulación del Gobierno de la República.

La reforma aclara que la renta petrolera quedará en manos del país y que todas las empresas que entren a Pemex deberán pagar impuestos. La justificación de la reforma se resume, igualmente, en dos ejes principales:

  1. Permitir que los particulares compartan con Pemex tecnología, experiencia y riesgo. 
  2. Garantizar suficiente energía a buen precio.

En el primer punto, la reforma señala que Pemex tiene éxito en las perforaciones poco profundas, pero en mayores profundidades, se carece de la infraestructura y la experiencia, además de que el costo y el riesgo son elevados. La reforma indica que los yacimientos profundos de México podrían producir una gran cantidad de hidrocarburos, pero que aún no son explotados por falta de perforación.

¿Qué pasa con el consumo de energéticos?

La Reforma Energética indica que 49% de la gasolina que se consume en México es importada, así como 33% del gas. La razón es que si Pemex es incapaz de producir para satisfacer la demanda, es necesario comprarlo al extranjero. Por desgracia, la reforma no contempla otras fuentes alternativas, sino que se centra en mantener el consumo de hidrocarburos.

La iniciativa dice que no se le debe exigir a Pemex que haga todo, sino que la paraestatal debería apoyarse, cuando así convenga, en otras empresas que tengan experiencia en el rubro de la perforación profunda. De este modo, se propone que el Gobierno Federal otorgue “contratos de utilidad compartida a Pemex y empresas privadas para extraer petróleo y gas”, así como permisos para particulares para refinación, petroquímica, almacenaje y transporte.

Por último, la Reforma Energética predice los siguientes beneficios:

  1. Bajar el precio del gas y los fertilizantes, lo que causaría una baja en el precio de los alimentos.
  2. Crecimiento de la economía mexicana en un punto porcentual para 2018 y dos puntos porcentuales para 2025.
  3. Creación de 500 mil nuevos empleos para 2018 y 2.5 millones para 2025.
  4. Convertir a Pemex de nuevo en una de las empresas petroleras líderes en el mundo.
  5. Destinar el ingreso adicional de Pemex a la educación, salud, infraestructura y desarrollo social.

Si alguien desea consultar a detalle la reforma, la Presidencia de la República ha dispuesto un sitio web que incluye la propuesta completa de Peña Nieto, una explicación y un resumen ejecutivo.

Lo que el General Cárdenas hubiera querido

El 12 de agosto, el presidente Enrique Peña Nieto envío al Senado la iniciativa de la Reforma Energética. Esa misma noche, dirigió un mensaje a la nación, en el que calificó a la reforma como “una de las más grandes oportunidades de México en los últimos años”.

Sin embargo, su argumento central se centró en revivir la memoria de Lázaro Cárdenas. “El espíritu de esta reforma recupera el pasado para conquistar el futuro”, declaró el presidente. Peña Nieto promete en su mensaje que Petróleos Mexicanos (Pemex) “no se vende ni se privatiza” con la reforma -una de las principales preocupaciones del pueblo mexicano- y que la entrada de capital extranjero es congruente con la visión de Cárdenas.

En el resumen ejecutivo de la Reforma Energética, se refleja esta intención de cardenizar el discurso:

La primera gran reforma energética de México fue impulsada por el Presidente Lázaro Cárdenas. El espíritu de las reforma cardenista fue nacionalista sin duda, pero también modernizador, visionario y pragmático. Su elemento fundamental fue que garantizó la propiedad y rectoría del Estado en el control de los hidrocarburos, al tiempo que contempló la participación del sector privado en diversas actividades.

La postura de Peña Nieto ha sido ampliamente criticada por utilizar la figura histórica de Cárdenas como estandarte de la Reforma Energética. Esto ha sido aprovechado por Cuauhtémoc Cárdenas -hijo del General Cárdenas, ex Jefe de Gobierno del Distrito Federal y tres veces candidato a la Presidencia por la izquierda- para ejercer un contrapeso dentro de la discusión.

En su lugar, Cuauhtémoc ha propuesto una reforma fiscal dentro de Pemex, que le quite control al sindicato -considerado uno de los más corruptos en México- y fomente la transparencia en el ejercicio de recursos en la paraestatal. El sindicato de Pemex es liderado por Carlos Romero Deschamps, quien ha sido señalado en reiteradas ocasiones por escándalos de enriquecimiento ilícito.

¿Y las alternativas?

“El petróleo fácil se está acabando en México y en todo el mundo”, sostiene el resumen ejecutivo de la Reforma Energética. Eso es muy cierto. Por esa razón, resulta inexplicable la ausencia del tema de las energías renovables. En realidad, el nombre de “reforma energética” le queda grande a la iniciativa de Peña Nieto, pues privilegia los hidrocarburos y deja de lado las alternativas.

En términos ambientales, la Reforma Energética recibe muchos cuestionamientos. Uno de ellos es el impulso del fracking o fracturación hidráulica. La reforma de Peña plantea esta técnica para la extracción de gas shale, la cual ha sido prohibida en varios lugares del mundo como Francia, Alemania o Irlanda. En Texas, por ejemplo, el fracking está causando que dicho estado se esté quedando sin agua por culpa de las petroleras. La posible aprobación de esta reforma ya ha llevado a la creación de la Alianza Mexicana contra el Fracking.

Se ha tratado de disfrazar al gas natural como una energía limpia, cuando en realidad, también es no renovable y proviene de la explotación de los yacimientos de petróleo. Así, la Reforma Energética gira en perpetuar el consumo de un energético contaminante en lugar de promover e incentivar el desarrollo y consumo de alternativas. Si bien el texto completo de la reforma sí menciona que se invertirá más en la energía solar y la eólica, lo cierto es que los hidrocarburos representan el eje concreto de la propuesta.

A pesar de la ausencia de las energías renovables, 53% de los mexicanos ve con buenos ojos la Reforma Energética. Desafortunadamente, el debate se ha centrado en el tema de la soberanía nacional sobre el petróleo, dejando de lado otras aristas importantes como la transparencia en el ejercicio presupuestal (un tema, al menos, impulsado desde la izquierda) y, sobre todo, la exploración de fuentes energías renovables (la cual no se contempla dentro de la discusión pública). Lo sincero sería que nombráramos a la reforma de Peña Nieto como la Reforma de Hidrocarburos, mucho más centrada en pelear por la jugosa tajada petrolera que en promover una reforma integral en materia de energía sustentable y con visión al futuro.

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