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Monocultivos exógenos: desierto verde en territorio mapuche

La Ley Forestal está acabando con los bosques de araucarias y terrenos mapuches.

La semana pasada, el peñi José Viluñir le decía en mi presencia a la abogada de la Defensoría Penal Pública de Cañete: “qué confianza puedo yo tener en la justicia, si yo que no tengo nada estoy demandado por un hombre que está entre los 100 más millonarios del mundo”. Se refiere a Eledodoro Matte, dueño de Forestal Mininco, empresa que lo tiene demandado junto a otros comuneros mapuches por usurpación.

La Comunidad María Quilapi, a la que pertenece Viluñir, se cansó de esperar una respuesta a Conadi, y decidió entrar al Fundo Labranza para sembrarlo y así dar de comer a sus familias con lo que les pertenece, no con las migajas asistenciales que ofrece el Estado, que adormecen la capacidad de trabajo y la dignidad.

Así, uno puede ver por todo Tirua y Cañete cómo decenas de comunidades mapuche van contra la corriente, recuperando terreno forestal para sembrarlo con papas y trigo.

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Sin embargo el movimiento mapuche no logra revertir los procesos de uso de suelo a nivel global en las Regiones que hoy constituyen lo que es Wallmapu. En los Catastros de Conaf se observa que en la Región del Biobío entre 1998 y 2008, casi 150 mil hectáreas pasaron de ser agrícolas a ser plantaciones de monocultivos exógenos para celulosa y productos madereros: pino o eucalipto. En la Región de La Araucanía el traspaso fue de más de 115 mil hectáreas entre 1993 y 2007.

Si bien es el primer catastro que realiza Conaf, es una constante desde 1974, en que se impuso en plena dictadura y con el territorio militarizado, el Decreto 701 de Fomento Forestal, mientras paralelamente  las hectáreas que los mapuche estaban recuperando durante la reforma agraria de Allende se entregaban a dos grupos económicos, Matte y Cruzat (que luego pasaron a Angelini).

Desde entonces la emigración ha ido de la mano con la forestación con pino y eucalipto. En Curanilahue la población rural disminuyó de 6385 a 2021 personas, en Los Alamos de 6452 a 2088 personas, en Contulmo de 8801 a 2770 personas, por nombrar las comunas con mayor porcentaje de su territorio forestado con exógenos.

Actualmente está en el Senado un proyecto para seguir fomentando (bonificando económicamente) los exógenos por 20 años más. Se dice que es para terrenos degradados que no tienen otro uso, pero sin tomar en cuenta que lo que ha ocurrido realmente con este fomento en las comunidades: desertificación, cesantía (se trata de un proceso mecanizado y a largo plazo que casi no requiere mano de obra) y emigración. No es cierto que se estén plantando terrenos degradados que no sirven para nada más, como pretenden hacernos creer quienes están acostumbrados a legislar pasando gato por liebre, presentando esta ley como si tuviera beneficios ambientales.

El Catastro de Conaf muestra también que incluso bosques nativos se siguen talando para plantar pino y eucalipto. En la Región del Biobío, en los 10 años monitoreados, esto ocurrió en casi 9 mil hectáreas. En la Región de La Araucanía, que va unos años más atrasada en este macabro proceso, ocurrió en 30 mil hectáreas.

Una plantación forestal exógena no es un bosque, entre los pinos reina un silencio de muerte, no hay pájaros ni animales, no corren arroyos, no hay humedales, no hay hongos ni ningún tipo de las miles de plantas nativas que al pueblo mapuche le sirven de remedio (lawen), y que sustentan sus prácticas culturales.

Con el atentado a la biodiversidad y con la pérdida de la agricultura se muere una cultura ligada a un espacio territorial. El pueblo mapuche pasa a ser un pueblo urbano, que no se diferencia en nada del chileno, como no se diferencia un pino de otro pino: sin conocimientos ancestrales de medicina, sin prácticas culturales ligadas a los ciclos de la vida en la tierra, sin sabiduría sobre el comportamiento de los animales, los ríos, los cerros y los bosques.

Estos son algunos de los motivos por los que nos oponemos a la Ley de Fomento Forestal, y por los que les pedimos que nos ayuden firmando la petición al parlamento.

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