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Síndrome del no-olvido

Le damos la bienvenida al nuevo columnista de Belelú, Marcelo Dushampa, quien hoy comienza el viaje de la escritura acompañado de todos nuestros lectores.

“ahora es evidente
que tu duermes con otro
y no era tan difícil como me dijiste ayer”

Ahora que no estás, Los Bunkers.

Normal. Normal es que después de ti venga uno peor, si fuiste bueno con ella. Si fuiste malo, siempre alguien, el que sea, será mejor. Pero cuando terminas, incluso intentando atar todos los cabos sueltos, intentando resolver todo mal entendido, dejando ese quiebre en el terreno de lo razonable y lo posmoderno -como eres supuestamente- , habiendo hecho todo lo debido y más para dejar las aguas en calma, aun así, ella se busca un orangután que la embaraza al primer mes de relación y que, por lo general, es similar a Marcus (Vincent Cassel) de ‘Irreversible’, diez veces más guapo que tú y cien veces más imbécil. Patada en la guata. Normal.

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Pero claro, tú y ella hablaron el tema, del embarazo, en su momento. Echaron mano a todos los controles de natalidad posibles (desde el coitus interruptus, que solo traía paranoia e inseguridad, hasta el cocktail de anticonceptivos que la hizo engordar -según ella- y que también le trajo inseguridad, pero no paranoia), hasta planificaron que luego de terminar la universidad podría ser o que lo conversarían o se dijeron que no estaban hechos para ser padres o que adoptarían un bebe haitiano. Se dijo de todo. De todo menos eso de soltar un domingo 7 al mundo a la brevedad. Y por qué con él. ¿Será que su información genética era lo que ella buscaba para un buen cigoto? Y ahí uno se pone a dudar. Y se pone a pensar si realmente estuvo con la persona que cree que estuvo. Normal.

Porque ahora ella ama el mundo y tú lo odias un poco más. Porque su felicidad se torna proporcional a tu frustración. Y ahora revisas su Facebook con tu cuenta espía -digamos que al principio soportaste estoicamente ser su amigo y hablarle, pero cuando comenzó a pedirte consejos para su nueva relación se tornó intolerable y la borraste y te creaste una cuenta espía- y parece otra, le gustan otras cosas. Ya no es nada de punk. Incluso se puso a leer el ‘Manual del guerrero de la luz’ de Coelho. Un asco. El se lo regaló. Lo más probable, es que el libro de Oliverio Girondo, que le regalaste, aún no lo lea y aún sirva de posadera para los cotonitos o para el vaso de los cepillos de dientes; cepillos donde ya no está el tuyo. Normal.

Y ahí está ella con él, besándose en su foto de perfil. Cero respeto. Un poquito de empatía, por favor. Nada. Y piensas que esto lo orquestó como algún tipo de venganza dantesca, una venganza inconsciente del género femenino en contra de los milenios de opresión, violencia y ninguneo. En este momento, te preguntas por qué has llegado hasta este punto crítico. Por qué para ella es tan fácil. Por qué para ti es tan difícil. Cómo ella puede pasar de una relación a otra sin un segundo de luto, un réquiem o un tiempito para pensar en lo que se fue. ¿O no es necesario?

Ahora piensas en esa teoría que te daba vueltas cuando rompiste con tu Ex-ex: los hombres están destinados a la soledad porque solo colaboran en la concepción; las mujeres, en esencia, están destinadas a la maternidad y a la compañía. Puede ser una estupidez, pero algo de cierto tiene. La poeta y artista visual Nancy Gewolb afirma “esos bastardos no son buenos/ aman con los ojos/ no con el corazón”, aludiendo a tu forma de amar, hombre. Y como eres parte de esa minoría no-bastarda cargarás con esta cruz fálica y triste por los siglos de los siglos. Semén.

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