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Cómo vivir el amor sanamente en una época de internet y rupturas

El aumento de los divorcios y el fin del matrimonio como el horizonte de vida para la mayoría de las mujeres son algunos de los bastiones que han desarmado los cuentos que leímos cuando niñas. Reconoce las principales batallas en el terreno del amor para disfrutarlo y vivirlo sanamente.

A veces, tratan de explicarlo desde la ciencia. Por ejemplo, con estudios que afirman que el subidón de ver a quien te gusta provoca que se dilaten las pupilas. Que la serotonina aumenta, que el cerebro activa zonas particulares relacionadas con la motivación y la recompensa. Que acurrucarse con alguien puede provocar el mismo efecto que un remedio para paliar el dolor físico.

De amor se ha escrito mucho: libros, películas, teleseries, canciones, una industria completa dedicada a los corazones y que, cada 14 de febrero, se potencia con la venta de globos de osos y peluches. El amor romántico, ése que aparece en las películas de Disney o en las teleseries que vemos cada tarde, se alimenta de la idea de que existe alguien que te completa. Sin embargo, una cosa son las hormonas que bullen y otra, muy distinta, la cultura donde cada quien se desarrolla. Para entender cómo tambalea esa idea y cómo se vive hoy en el complejo terreno del amor, conversamos con Michelle Thomas, sicóloga clínica especialista en sexualidad y directora del Centro de Estudio de la Sexualidad Chile.

Adaptarse a nuevos modelos

Tabúes o trabas sociales asociadas al tema han existido miles. Y como surgen, caen. La virginidad hasta el matrimonio, o el compromiso de amor eterno al firmar un contrato nupcial, son sólo algunas de las transformaciones que, quienes hoy pasan los 60 años, han visto derrumbarse.

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“Tienen un modelo mucho más clásico, pero son la generación donde el divorcio empezó a ser una posibilidad. Está la opción de separarse y enamorarse nuevamente. Dejó de ser un tabú, pero internamente tuvieron que lidiar con el discurso de la cabeza y de la sociedad”, explica, aclarando que, especialmente poniendo a los hijos delante, se esperaba que en las parejas se aguantara maltrato, desamor e infidelidades, antes que pensar en la separación.

Al referirse a las mujeres que hoy bordean los 40 años, se pueden ver las repercusiones en la vida cotidiana. Como dijo la profesora y activista feminista Silvia Federici, eso que por muchos años llamamos amor es realmente trabajo doméstico no remunerado. De esa forma, la transformación del modelo de familia, donde además de un hombre proveedor estaban en la casa hermanas, tías y abuelas que colaboraban con la crianza y los trabajos de la casa. Hoy, el cambio de composición del hogar lleva a que las mujeres, además de trabajar para vivir, deban hacerse cargo de gran parte de las tareas domésticas.

Para la sicóloga, eso ha derivado en un conflicto complejo para las parejas de esa generación. Sin el tabú de la separación y el mandato del amor eterno, están en proceso de adaptarse a la corresponsabilidad real en las tareas de la casa, donde la participación masculina muchas veces se sigue concibiendo como ayuda, más que como un deber. “La pareja se vuelve un espacio de tensión, porque se depositan muchas expectativas. Antes el hombre proveía y la mujer contenía emocionalmente y criaba”.

Estas mismas transformaciones llegan también al terreno del romance, ese espacio que se levanta como un suelo pantanoso, donde surgen inseguridades y cuestionamientos al atractivo y las formas de vincularse con potenciales parejas. Si nos centramos en las mujeres, una generación que creció viendo el programa animado Candy tiene que debatirse en las historias de amor romántico, donde galanes salvan a chicas desvalidas, con la idea de una emancipación que trae consigo autonomía y también derecho al goce.

“Tenemos la posibilidad de decir ‘no somos como nuestras mamás’, plantea la sicóloga. Al mismo tiempo, aclara que eso ocurre sólo en un segmento de la población. Sin embargo, por temas culturales, todavía existen muchas mujeres que tienen problemas con buscar sexualmente, o con demostrar delante de otros que disfrutan del sexo”, explica Thomas.

Abrumantes posibilidades

Años después de que las abuelas se dieran cuenta de que el amor no tenía por qué ser para toda la vida y que las madres se separaran con algo menos de culpa, llegaron los millennials, una generación que, entre muchas otras cosas, construye discursos que parecen propios, pero que son herencias de movimientos anteriores. Hablamos, por ejemplo, de cuestionar el amor romántico o el surgimiento del poliamor, que permite tener más de una relación afectiva con total libertad, temas con bastantes similitudes al amor libre de lo años 70. Algo parecido ocurre con la aceptación de la diversidad sexual, donde la heterosexualidad está lejos de ser la única opción.

“Uno de los conflictos de los millennials es que son mal mirados por las otras generaciones. Para esta generación todo está a mano, a un clic. El amor de mi vida puede estar cerca mío o en Londres. Es como el catálogo de Tinder. Siempre hay más posibilidades, siempre puede haber algo mejor. Eso genera mucha ansiedad”.

Siempre en línea

Internet entró como un agente transformador y protagónico al terreno del amor y el romance, planteando la misma ansiedad que ahora se traduce en historias de Instagram o los temidísimos “vistos”.

Sobre la ansiedad, Michelle plantea que internet nos ha hecho un flaco favor, haciéndonos entrar en dinámicas de revisar una y otra vez si la persona está en línea, si ha contestado o actualizado su historia. “Hay tipos de personalidades que enganchan mucho más con eso. Las personas más ansiosas y ambivalentes lo pueden llegar a pasar pésimo. Y si finalmente llegan a algo, pueden ser muy controladoras viendo en todo –lo que comparten o no– señales interpretables. Desde si la última conexión al chat de WhatsApp fue a una hora inusual o las sospechas por la no actualización de las historias de Instagram.

Para la experta, el consejo más importante es tomarse las cosas con calma, porque aunque vivimos en un mundo en donde la inmediatez ya es costumbre y ver que alguien está “en línea” nos puede indicar que está disponible para nosotros, eso no se debe asumir, entendiendo que los tiempos de conexión y comunicación son personales.

Ansiedad

Para comprender la individualidad, ya sea en el plano de las redes sociales y las divergencias que pueden surgir en ese terreno, es vital entender que nos estamos acercando a una persona distinta y las formas de demostrar interés pueden ser diferentes. Por eso, la experta recomienda evitar que la comunicación se sostenga en el plano de lo digital, sugiriendo, por ejemplo, llamar o hablar en persona en vez de tener diálogos por WhatsApp.

“Esas ideas de que los hombres son de Marte, las mujeres de Venus no sirven. Es saber que la otra persona viene con una historia distinta, costumbres distintas, un contexto y formas de ver el mundo que pueden ser completamente diferentes”, agrega.

Amor propio

La idea de cuidarse y quererse primero a una misma que al resto ha adquirido cada vez más popularidad. Michelle es enfática al explicar que el amor no es un espacio donde el sufrimiento deba ser un imperativo. Y aunque dista de ser un terreno fácil, para ella tiene que ver con que las cosas fluyan: “No quiere decir que no haya que negociar o hacer algunas concesiones. Pero sí con poder ser una misma, sentirse cómoda, darte cuenta de que no cambias tu forma de ser por complacer al otro, ni te estás aislando”, explica Michelle.

Es importante aprender a convivir con nuestras inseguridades antes de embarcarnos en una relación. “Si no tengo ninguna consideración conmigo, el otro me puede decir cinco veces al día que me ama y yo no me lo voy a creer”, indica.

Desamor en tiempos de internet

“Es la peor época para el desamor, porque no se permite una real desconexión con el otro”, explica la sicóloga. Es que antes podías terminar una relación y no volver a enterarte en décadas qué pasó con esa persona, pero ahora, a través de las redes, amigos en común, y las amplias posibilidades de estancarse revisando las cuentas ajenas, provocan que el proceso de olvidar sea una hazaña.

Para enfrentarlo de la manera más sana posible, recomienda vivir el duelo personalmente, si es necesario, alejándose voluntariamente de internet por un rato. “De esa forma, puedes conectarte contigo, no con el otro. Pensar en qué pasó o qué no hay que volver a repetir son cosas que ya casi no se hacen, pero, si no las haces, es probable que con tu siguiente pareja aparezcan nuevamente los mismos conflictos”, explica.

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